Los presidentes estadounidense Barack Obama y chino Hu Jintao prometieron hoy cooperar en asuntos que van desde Corea del Norte a Irán pasando por el comercio y, sobre todo, para alcanzar un «éxito» en la conferencia del Clima en Copenhague.
Después de haber recorrido en su limusina blindada la Ciudad Prohibida y la plaza Tienanmen, Obama fue a reunirse con Hu.
Tras esta reunión, los dos jefes de Estado dieron una conferencia de prensa conjunta en Pekín, sin responder a preguntas y leyendo declaraciones escritas.
«Estamos en un momento en que las relaciones entre Estados Unidos y China son importantes para nuestro futuro colectivo como nunca lo habían sido antes», dijo Obama.
«Los principales desafíos del siglo XXI, del cambio climático a la proliferación nuclear, pasando por el repunte económico, son desafíos que implican a nuestros dos países y que no pueden ser resueltos por uno solo de ellos», agregó enseguida.
Ambos presidentes se comprometieron a esforzarse para mantener «relaciones positivas, globales y de cooperación», aunque señalaron sus diferencias muy diplomáticamente.
Obama dijo que Estados Unidos y China desean que la conferencia internacional sobre el clima, prevista del 7 al 18 de diciembre en Copenhague, llegue a un acuerdo con «efecto inmediato».
«Hemos acordado trabajar juntos para lograr un éxito en Copenhague. Nuestro objetivo (…) no es un acuerdo parcial ni una declaración política, sino más bien un acuerdo que cubra todas las cuestiones en las negociaciones y que tenga un efecto inmediato», agregó.
Muchos países esperan antes de Copenhague iniciativas por parte de Estados Unidos y China, y algunos temen que decepcionen a la comunidad internacional a pesar de sus responsabilidades.
Sin embargo, sus declaraciones muestran matices entre las dos grandes potencias, cada vez más interdependientes económicamente y cuyo peso es crucial en las grandes crisis mundiales.
El presidente chino dijo que los dos países debían «oponerse al proteccionismo y rechazarlo en todas sus manifestaciones».
A nivel comercial, las relaciones bilaterales son tensas en los últimos meses, con una serie de investigaciones antidumping lanzadas por ambas partes, o arancelarias, como las decididas por Estados Unidos contra los neumáticos chinos.
En lo que respecta al yuan, otro tema de fricción, Obama manifestó su satisfacción ante «las declaraciones realizadas» por China en favor de una tasa cambiaria más guiada por el mercado «cuando llegue el momento».
En cuanto al programa nuclear iraní ambos mandatarios advirtieron a Irán que deberá asumir «las consecuencias» de un bloqueo en la negociación sobre su programa nuclear, declaró Obama.
De su lado, Hu fue menos enfático, llamando a un acuerdo mediante «el diálogo y la negociación».
Pekín se ha mostrado tradicionalmente muy reticente a aplicar sanciones contra Teherán. No obstante, ambos mandatarios llamaron a un reinicio de las negociaciones a seis.
Finalmente, en cuanto al Tíbet, otro tema de tensión sino-estadounidense, el presidente norteamericano declaró: «Hemos señalado que Estados Unidos reconoce que Tíbet forma parte de la República Popular de China y apoya una pronta reanudación del diálogo» entre representantes del Dalai Lama y Pekín.
Más tarde, en un frío glacial, Obama visitó la vecina Ciudad Prohibida, la antigua residencia imperial, cerrada a los turistas en esta ocasión, antes de un banquete de Estado ofrecido por Hu Jintao.
Barack Obama logró un sonado éxito en su «operación de seducción» de la opinión pública china, encantada con el estilo del presidente estadounidense, en las antípodas de la rigidez de las jerarquías comunistas.
El martes, los analistas asombrados destacaban el carisma, la seguridad en sí mismo y la elocuencia del joven mandatario.
Es probable que esta visita haga reflexionar a los miembros del Buró Político del Partido Comunista Chino, que generalmente permanecen atrincherados tras los muros de Zhongnanhai, cerca de la Ciudad Prohibida imperial.
Obama, cuya gran popularidad en China se ilustra con su retrato reproducido en camisetas y grabado en huevos, amplió el lunes su círculo de admiradores gracias a su encuentro con estudiantes universitarios en Shanghai.
Con el micrófono en la mano y una gran sonrisa, el presidente recorrió el estrado ante los estudiantes, vestidos con sus mejores trajes e intimidados, respondiendo tranquilamente a sus preguntas.
Este ejercicio absolutamente inverosímil para cualquier dirigente chino causó una gran impresión.
Los 1.300 millones de habitantes de China no están acostumbrados a ver a sus políticos, salvo durante los informativos de televisión, que los muestran en actos donde no hay lugar para los imprevistos ni para la imaginación.
«Â¡Qué momento impresionante!», subrayó China Daily, señalando el «estilo relajado (…) característico del presidente norteamericano, y las cualidades de orador» que demostró en Shanghai.
Este cotidiano continuó sus elogios destacando el «humor» de Obama durante esta «experiencia única», así como «la forma en que el presidente actuó en interacción con su auditorio, y cómo calibró su «megaencanto»».
El contraste entre los presidentes Obama y Hu al pasar revista a la guardia de honor el martes ante las cámaras fue impresionante.
Obama, quien también llevaba una corbata roja, pero tenía 20 años menos, 20 cm más de altura y caminaba ágilmente, parecía mucho menos envarado que su anfitrión chino, de impecable peinado.
«Obama es moderno y joven, mucho más animado que nuestro presidente, que es más estirado», explicó a la AFP Wang Xuejun, un ejecutivo de importaciones y exportaciones.
El presidente norteamericano es un adepto de las nuevas tecnologías, otra cualidad para los habitantes de China, el país que tiene el mayor número de internautas (350 millones, más que toda la población de Estados Unidos) y de blogueros (60 millones).
La interactividad gracias a la web es rara en el Imperio del Medio. Hu Jintao lo intentó brevemente en junio de 2008, dirigiéndose a los internautas chinos en el sitio del Diario del Pueblo, el cotidiano del Partido Comunista. Pero no ha repetido la experiencia.
Un joven, Yang Yunhe, que había lanzado en internet un «club de admiradores de los dirigentes» chinos, constató que su sitio fue cerrado sorpresivamente a principios de este año.
La página de apertura indicaba que el sitio había sido cerrado «por motivos personales».