Federico Chopin: apuntes sobre su vida III


En la columna anterior se hizo un breve análisis sobre la intensa vida del gran compositor romántico Federico Chopin y se mencionó la naturaleza polí­gama del maestro. Sin embargo, la condesa Delfina Potocka fue la única mujer que correspondió sinceramente al amor de Chopin. Su relación, por lo demás, duró poco tiempo. Inmediatamente después de esta aventura, se enamoró Chopin de Marí­a Wodszinska, la cual, empero, se casó súbitamente con el hijo del padrino de Chopin. Pero antes de proseguir, es preciso rendir tributo a Casiopea, esposa y mariposa que grabó sus alas de oro y flor en la primavera, es clara frescura de mar danzante y su sello aroma el viento.

Celso A. Lara Figueroa
Universidad de San Carlos de Guatemala

Franz Liszt, inquieto por la impresión que Chopin hiciera sobre su amada, la condesa d»Agoult, puso en contacto a su amigo con la novelista George Sand (1804-1816), la cual conquistó a Chopin trastocando los papeles; en una fiesta le dio a escondidas un billete: «Le adora, George». Chopin se rindió y al poco, la amaba. Ella le ofreció un hogar, y fue su solí­cita enfermera cuando se agravó su tuberculosis. En poco tiempo se cambió en Caritas su condición de Eros; durante ocho años se portó como amiga sincera, aunque él sufrí­a por las aventuras que ella tení­a con otros. En el invierno de 1838 pasó a Mallorca acompañada de Chopin, con motivo de la salud de éste e igualmente de la de su hijo, enfermo de un pulmón; fueron a vivir al lóbrego y abandonado monasterio de Valldemosa, ya que por miedo al contagio, se le negó el alquilar una casa. Allí­ terminó Chopin los «Preludios, Op. 28» y otras obras.

La persistente lluvia agravaba su enfermedad de tal forma que tuvo que regresar. Emprendieron la travesí­a a Barcelona en un barco de carga; la codicia del capitán y del hotelero agravaron su estado.

Después de una estancia intermedia en Marsella, la cual debió dar a Chopin nuevas fuerzas, marcharon a Nohant, posesión de George Sand, donde Chopin se restableció.

Aquí­ permanecieron también en el verano del año siguiente. En una carta a su hermana dice Chopin, que ocho años de aquella amistad fueron los años más hermosos de su vida con George Sand. Con la misma razón hubiera podido decir esto de él la desinteresada enfermera. Gracias a ella los años comprendidos entre 1839 y 1845 pasan a ser la cima de su creación; en esta época produjo, entre otras obras, la «Fantasí­a en fa menor», la «Polonesa en la bemol mayor», las «Sonatas en sí­ bemol menor» y en «si menor», una serie de «Nocturnos» y otras piezas. La desunión entre ambos fue ocasionada por Mauricio (hijo mimado de George Sand) y las intrigas de los amantes de éste; un incidente con la hija de George Sand, Solange, dio lugar a la ruptura definitiva. La muchacha, por la cual Chopin tení­a predilección, se casó con un escultor; su madre se resistió a socorrerla económicamente, y cuando Chopin la ayudó, exigió de él que rompiera con Solange y su marido. Chopin se negó y con ello finalizaron sus relaciones.

Los últimos cuatro años que todaví­a vivió Chopin se caracterizaron por el aumento de su enfermedad y de su pobreza. La tisis le impedí­a cada vez más componer y dar lecciones. Hasta entonces habí­a vivido principalmente de sus honorarios, que le produjeron en varios años veinte mil francos. Las clases le oprimí­an (él las llamaba «su trají­n»), pero se imponí­a esta tarea con gran sentimiento del deber y con extraordinario rigor. Es caracterí­stico el hecho de que en sus clases utilizaba mucho el metrónomo.

La lectura del libro de George Sand Lucrezia Florián, novela en la que describe las relaciones entre ambos, fue un duro golpe. Chopin se agotó completamente en un viaje de concierto a Inglaterra. El artista, que pasaba los dí­as en cama y que «temí­a escupir el alma», tuvo que dar conciertos por la noche para ir ahorrando con vistas a sus últimos dí­as. Estuvo algunas semanas en Escocia, donde, gracias a la mediación de su alumna Jane Sterling, fue invitado por diversas familias nobles.

Esta mujer y sus hermanas hicieron mucho por Chopin, lo que él le molestó en cambio: «Ellas me ahogarán con su cortesí­a y yo no podré negarme por cortesí­a», una de las muchas bromas amargas de Chopin que aparecen en las cartas de aquel tiempo.