Insulto racista como recurso de descalificación


 Inicio estos apuntes advirtiendo que aunque resido en la periferia de la capital, en una colonia clasemediera de Mixco, no me agrada en demasí­a visitar la ciudad de Guatemala, y cuando lo hago es por razones indispensables y suelo dejar aparcado el vehí­culo que uso en estacionamientos públicos o al borde de banquetas en los sitios donde es permitido.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

   Como no me sobra dinero y soy respetuoso de las normas que persiguen que los seres humanos vivamos en armoní­a, no me atravieso las calles o avenidas cuando el semáforo está en rojo, ni conduzco contra la ví­a ni cosa por el estilo. De esa cuenta, jamás he cometido una deliberada infracción que amerite multa alguna, y, por lo consiguiente, nunca he tenido ningún altercado o conflicto personal con agentes de la Empresa Municipal de Tránsito (Emetra) de la capital, ni con los de Emixtra, de Mixco. Pero aunque así­ fuese, considero que no es lí­cito, legí­timo ni ético utilizar un espacio periodí­stico para denostar con palabras y conceptos ofensivos y groseros a modestos empleados públicos, como lo hizo el lunes anterior el columnista Fernando Mollinedo, aquí­ en La Hora.

   Con el tí­tulo de su artí­culo «Â¡Malditos perros!» pretende descalificar a policí­as de la empresa capitalina de tránsito, aunque, basado en definiciones de la Real Academia Española, intenta excusarse al decir que cuando alude a los agentes de ese ente municipal con un calificativo tan insolente, no es que los asemeje con ejemplares de la especie canina, sino que la palabra perro en ese caso tiene la connotación de «Maldito, perverso, de mala intención y dañadas costumbres» o «muy malo, indigno».

   Sin embargo, resulta que en el mismo artí­culo evidencia, en lí­neas siguientes,  que llama perros -en su primaria acepción- a los policí­as mencionados, porque afirma que «parecen jaurí­a», sin el menor respeto que toda persona se merece, por í­nfimo que sea su rango laboral, social o económico. Seguramente que hay agentes de Emetra que extienden remisiones a pilotos de vehí­culos automotores, prepotentemente, mediante intimidaciones, con abuso de autoridad y sin que el supuesto infractor haya faltado a las normas del respectivo reglamento; pero no son todos los policí­as, como para generalizar en forma tan mañosa, justamente como el columnista piensa de esos vigilantes viales.

   Además, deja al descubierto sus aberrantes prejuicios racistas, clasistas y excluyentes, pues afirma que esos policí­as de tránsito «No se percatarán jamás que no pueden despojarse de su ancestro indí­gena, aunque se vistan de seda», además de que demuestran su «incultura y nula educación», puesto que son «simples peones al servicio del  sistema egocéntrico de su jerarca». ¿Por qué si es tan valiente para humillar a esos  «agentes policiales que apenas saben leer y escribir», no se atreve a mencionar abierta y directamente al alcalde ílvaro Arzú? 

   No conozco personalmente a ninguno de esos agentes ni a sus jefes, pero lamento mucho que desde las páginas de un diario se menosprecie, se insulte y se discrimine a guatemaltecos por su raza y porque no tuvieron la oportunidad de educarse, como sí­ la obtuvo el señor Mollinedo, de amplia y tolerante cultura y de sobrados conocimientos semiológicos, que no poseen los guatemaltecos menos afortunados.

    (El agente de Emetra Romualdo Tishudo le pregunta a un columnista -¿Y no que se iba a ir de la ciudad, pues? El educado articulista replica: -Me iba a ir, pero al llegar por el kilómetro 30 leí­ un aviso que decí­a «Retorno»…).

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