Entre el «deber de reserva» y el poder


La novelista Marie Ndiaye, ganadora del premio Goncourt de este año, galardón que motivó la discusión. FOTO LA HORA: AFP

El supuesto de que los escritores tienen que observar un «deber de reserva» hacia el poder de turno si obtienen un prestigioso premio literario, como el Goncourt en Francia, generó una polémica en la que no faltaron opiniones de polí­ticos y de figuras de la cultura.


En una carta enviada al ministro francés de Cultura, Frederic Mitterrand, el diputado de la mayorí­a gubernamental de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, derecha), Eric Raoult, denunció las declaraciones «insultantes» que la novelista francesa, Marie NDiaye, ganadora del Premio Goncourt a principios de noviembre, habí­a formulado meses atrás hacia el gobierno de Nicolas Sarkozy.

En una entrevista publicada en agosto en la revista francesa «Los Inrokuptibles», Marie NDiaye, hija de un senegalés y de una francesa, explicaba que en 2007 decidió mudarse a Berlí­n «en gran parte a causa de Sarkozy. (…) Detesto esta atmósfera policí­aca y de vulgaridad».

«Esta Francia es monstruosa», afirmaba la escritora interrogada acerca de «si se sentí­a bien en la Francia de Sarkozy».

NDiaye, de 42 años, criada en un suburbio de Parí­s, mencionaba no sólo al presidente francés, que llegó al poder en mayo de 2007, sino también a sus ministros del Interior, Brice Hortefeux, y de Inmigración, Eric Besson, defensores de una lí­nea dura hacia los inmigrantes.

«Me parece que el derecho de expresión no puede convertirse en un derecho al insulto», consideró Raoult antes de pedir al ministro de Cultura que se pronunciara al respecto. Según este diputado, «los escritores distinguidos con el Premio Goncourt tienen un deber de reserva».

En su opinión, «una personalidad que defiende los colores literarios de Francia debe dar muestras de cierto respeto hacia nuestras instituciones».

Las respuestas no se hicieron esperar.

«El deber de reserva de los Premios Goncourt nunca existió, no existe y nunca existirá», afirmó tajante el conocido periodista francés y miembro de la Academia Goncourt Bernard Pivot, antes de la estocada final: «creer que existe, es conocer mal a los escritores».

«Se juzga un libro, no al autor», recordó Pivot, palabra de referencia en materia literaria en Francia.

La escritora reafirmó sus declaraciones, pero admitió que habí­an sido «muy excesivas» y también reclamó a Mitterrand, que hasta el jueves guardó silencio, que opinara pues Raoult se habí­a dirigido a él.

«Mantengo absolutamente lo dicho», sostuvo Marie NDiaye. «Soy absolutamente libre de decir lo que quiera sobre cualquier asunto» pues «no represento a Francia ni a una supuesta identidad francesa», sostuvo la novelista, en alusión al debate lanzado por Besson sobre la «identidad nacional francesa», que está siendo criticado por intelectuales y la oposición de izquierda.

Mitterrand, que semanas atrás fue el centro de una viva polémica sobre un libro que publicó hace cuatro años en el que relata experiencias de turismo sexual que admitió haber vivido personalmente, indicó en un primer momento que responderí­a «por escrito» al diputado. Pero el jueves, no tuvo más remedio que pronunciarse públicamente.

«Los escritores que reciben el Premio Goncourt tienen el derecho de decir lo que quieran», sostuvo Mitterrand a la radio France Bleue Isere aunque opinó que Raoult tiene también el «derecho, como parlamentario, de decir lo que piensa».

Marie NDiaye ganó el Premio Goncourt 2009 con su novela «Trois femmes puissantes» (Tres mujeres poderosas) de la editorial Gallimard, que reúne relatos sobre mujeres que luchan en Senegal y en Francia para preservar su dignidad.