Con la mayor tranquilidad del mundo, las autoridades monetarias han informado que el Fondo de Protección del Ahorro, FOPA, tiene que absorber nada más y nada menos que mil cuatrocientos millones de quetzales que pagaron a los cuentahabientes del Banco del Café porque los activos de ese banco, administrados por un fideicomiso en Corfina, apenas llegan a unos doscientos millones de quetzales y el FOPA cubrió mil seiscientos millones. Cuando digo el FOPA estoy hablando de fondos públicos, porque el FOPA se nutrió con más de mil millones de dinero del Estado.
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La pregunta que debemos hacernos, entonces, es qué se hicieron esos mil cuatrocientos millones de quetzales que no tuvieron respaldo ni siquiera con los activos extraordinarios del banco. Estamos ante otro caso de prestidigitación como el del Congreso de la República, en el que simple y sencillamente se «esfuman» los millones como si un mago los hiciera desaparecer. Pero todos sabemos que el dinero no se esfuma, sino que simplemente cambia de manos y en el caso del Congreso hay que indagar quién es el largo que los tiene, y en el caso de todos los bancos quebrados a cuyos ahorrantes se les pagó con fondos públicos, es obvio que los accionistas se quedaron con el pisto.
Y si nos atenemos al antecedente del Banco Empresarial, en el que no hubo delito que perseguir ni responsabilidad alguna que deducir, ni penal ni civil, lo mismo les esperará a los otros accionistas de bancos que también se embolsaron tranquilamente el dinero de los clientes y dejaron que el Estado, vía directa o vía el FOPA, asumiera el compromiso de reintegrar el monto de las cuentas depositadas.
Así quién no hace dinero y se vuelve millonario, puesto que vivimos en un país en el que se privatiza toda ganancia y se socializan las pérdidas. Las instituciones financieras que fueron mal administradas y en donde literalmente se robaron el dinero de los ahorrantes, presentan un denominador común: casi todos los clientes recuperaron el dinero porque el Estado asumió el compromiso de pagarles, y los accionistas se alzaron con el dinero ajeno.
Repito que no hay forma de que se «esfumen» mil cuatrocientos millones de dólares, sino que simplemente se los embolsaron por la vía de los créditos vinculados o maniobras por el estilo. Y en el caso específico de Bancafé hay que agregar el dinero de Bancafé International que no recuperaron los inversionistas que cada día tienen menos esperanzas porque a los auditores que tratan de establecer el destino del dinero Corfina les niega la información precisa.
Así es nuestra Guatemala, donde todavía se muestran como pavoreales los sinvergí¼enzas que sin arquear una ceja se robaron millones de quetzales y dejaron en la calle a mucha gente. Pero además de dejar en la calle a varios de sus clientes, a los que engatusaron para que metieran su dinero en las operaciones fuera de plaza, también se quedaron con gigantescas sumas porque el Estado asumió el pago de sus compromisos y, en el marco de la impunidad, nunca actuó para exigir a los ladrones que reintegren el dinero que ahora «no aparece». Mamolas si no aparece. Los ladrones saben perfectamente dónde está.