Brasil continúa desarrollando su programa satelital, con un foco cada vez más marcado en el monitoreo de la selva amazónica y el control de la deforestación, un flagelo que convierte al país en el cuarto emisor de gases con efecto invernadero del planeta.
«Estamos cambiando para ser un centro de ciencias terrestres. (…) No sólo fabricantes de satélites, sino también creadores de proyectos», explicó a la AFP Mario Quintino, coordinador general de Ingeniería y Tecnología Espacial del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués) con sede en Sao José dos Campos, a 100 km de la ciudad de Sao Paulo.
Con este objetivo es que el INPE mantiene una cooperación con China desde 1988 para la construcción del Satélite Sino-Brasileño de Recursos Terrestres o CBERS (por sus siglas en inglés).
En el marco de este proyecto conjunto que no contempla transferencia de tecnología, fueron lanzados tres satélites: CBERS-1 en 1999, CBERS-2 en 2003 y CBERS-2B en 2007.
En la fabricación de estos aparatos, Brasil y China mantuvieron una cooperación de 30% y 70% respectivamente, incluyendo el costo del vehículo lanzador.
Para el próximo satélite, el CBERS-3, que actualmente es sometido a pruebas para testear su rendimiento y será lanzado en 2011, el INPE amplió su participación al 50%.
Pero para complementar los datos que serán enviados por los satélites CBERS, el Instituto prevé lanzar a fines de 2011 un satélite exclusivamente brasileño: el Amazonia 1, que contará con la cámara óptica «más moderna jamás desarrollada en Brasil para mapear la región amazónica», señaló Quintino.
«Queremos tener independencia. Brasil quiere insertarse como potencia ambiental» también gracias a la utilización de sus satélites, afirmó.
Con las imágenes que serán emitidas por todos los satélites, el INPE podrá contar con un monitoreo cada dos días de la mayor selva tropical del planeta, que este año debe perder una superficie de 8.000 km2 según el gobierno.
A causa de la deforestación, Brasil es considerado el cuarto principal emisor de gases con efecto invernadero, especialmente debido al CO2 que deja de fijarse al reducirse la cobertura vegetal.
Por otra parte, el Instituto también se encuentra estudiando una asociación con Francia para la construcción conjunta de un satélite que pase a integrar el sistema GPM, para medición de precipitaciones.
«Brasil quiere insertarse en ese sistema para usufructuar el servicio» con la fabricación del satélite GPM-BR, aunque es un proyecto que sigue en negociación, señaló el funcionario.
A pesar de la importancia estratégica para Brasil del trabajo que viene desarrollando el INPE, el presupuesto de 2009 para el programa satelital es de 120 millones de reales (unos 70 millones de dólares), un monto bajo según Quintino, ya que la fabricación de un satélite en el país cuesta unos 170 millones de dólares.
Y como «todo lo que hacemos es con dinero público, entonces todo lo que producimos tiene que ser público», remarcó este especialista, quien destacó la política gratuita de divulgación de los datos recogidos por el INPE en internet, cifras que son actualizadas diariamente.
El programa brasileño de producción de satélites para el control de los recursos naturales incluye una rigurosa batería de pruebas que se desarrolla en el moderno Laboratorio de Integración y Pruebas (LIT) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués), en Sao José dos Campos, Sao Paulo.
El LIT está dotado de una infraestructura física y de recursos humanos especializados que le permiten ser «el único de su tipo en el hemisferio sur», según Mario Quintino, coordinador general de Ingeniería y Tecnología Espacial del INPE.
En instalaciones de 3.000 m2 de área limpia, 180 científicos se integran con tubos, cables, cámaras y computadoras con los que realizan las pruebas climáticas, acústicas, de vibración y choque, y de interferencia y compatibilidad electromagnética, necesarias para reconocer si cada pieza de un satélite está en condiciones de ser lanzada al espacio.
También es por eso que por cada satélite se fabrican cinco modelos que deben pasar con éxito las pruebas cada uno por separado. Son los modelos térmico, de ingeniería, eléctrico, estructural y finalmente de vuelo.
Una de las pruebas ocurre en las cámaras vacuotérmicas, que permiten una simulación en la que se somete al aparato a condiciones extremas de temperatura que van de los -150 grados a 180 grados centígrados mediante la utilización de nitrógeno. El LIT cuenta con tres cámaras de diferentes tamaños para testear desde un satélite completo hasta sistemas aeroespaciales por separado.
El laboratorio también posee dos cámaras blindadas para la medición de las ondas electromagnéticas. Durante estos ensayos se estudia si las ondas generadas por un objeto interfieren con otro.
De esta manera, los satélites son sometidos a variaciones de luz y ambiente, y monitoreados por cámaras y sensores que permiten observar su «reacción» dentro de un depósito de unos siete metros de alto, recubierto en su interior por conos de espuma azul y paneles blancos.
Otra de las pruebas que debe pasar cada pieza del satélite son las de vibración y choque. Para ello el LIT cuenta con tres plataformas de diferentes tamaños e intensidades.
Para evitar posibles contaminaciones, todo el personal debe colocarse una bata al ingresar al galpón donde se desarrollan las tareas del LIT, que a su vez se mantiene a una temperatura estable de 23 grados centígrados.