Es evidente que nuestra “democracia†se ha vuelto en un juego sucio. Esencialmente, la debacle del sistema se debe a los mismos partidos políticos que están obligados a promover los valores democráticos. Pero, sucede todo lo contrario.
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Considero importante que se deba cambiar el sistema de partidos políticos, para hacerlos más eficientes y, sobre todo, que se dediquen a la práctica real de la democracia participativa.
En primero lugar, me parece que las condiciones -que deben llenar y seguir cumpliendo los partidos políticos- son, más bien, un lastre. Para cumplir con los requisitos para continuar vigentes les quita mucho tiempo y muchos problemas, y los obliga a la práctica de actos que no son éticamente correctos.
Por ejemplo, ¿quién podrá creer que reúnan tal cantidad de afiliados? Sobre todo, porque a la hora de la hora, la mayoría de partidos políticos no alcanzan en las elecciones ni siquiera el número de votos que dicen tener a nivel de afiliados.
Todos sabemos que las firmas para la afiliación se consiguen a través de algunos engaños o con mucha simpleza. Quizá, simplemente, se acercaron a un pueblo y le pidieron a la población firmar en una hoja en blanco, sin saber que después estarán afiliados a un partido.
Otro ejemplo: para que el partido político tenga presencia en todos los departamentos y en la mayoría de municipios deben hacer concesiones con caudillos locales, quienes podrían estar vinculados a abusos de poder, corrupción o, incluso, tener vínculos con el crimen organizado. Y todo porque la rosca central del partido, sentada cómodamente desde la capital, no se imagina qué ocurre en sus bases. Pero es precisamente en los márgenes donde se mete el crimen organizado.
Los partidos políticos, más que promotores de democracia, parecen máquinas de hacer pisto, y que se aceitan a la perfección en época electoral. Me parece que el mayor negocio es estafar a sus financistas, haciéndoles creer que tienen posibilidades de ganar, o, incluso, ofrecerles curules, un puesto en el concejo o, al menos, favores políticos. Eso, en caso de ganar.
Pero más que probabilidades de ganar, los partidos políticos tienen mayores posibilidades de desaparecer, al no lograr el porcentaje mínimo en la carrera presidencial.
Y, aunque parezca ridículo, propongo, para evitar todo esto, que los partidos políticos no desaparezcan. Actualmente, se les amenaza con cumplir ciertos requisitos (afiliados mínimos, porcentaje de votos mínimos, asambleas, organización en casi todo el país), a riesgo de ser cancelados.
Actualmente, por el riesgo de desaparecer, hay partidos que optan por no participar, porque de esa manera no los pueden cancelar. ¿De qué nos sirve un partido inactivo? Sin embargo, para los dueños de la ficha, el partido político es un caudal importante, porque muchos políticos estarían interesados, posteriormente, en comprar la ficha, lo cual es más fácil y más barato que cumplir con los excesivos requisitos de ley.
Un partido político debería poder formarse simplemente porque un grupo de personas (cinco, diez, quince, cien, mil) se ponen de acuerdo e impulsan un modo de ver la problemática nacional y sus soluciones. Si después, por falta de organización, no consiguen votos, será su problema. Pero ya no deberíamos obligar a los partidos a estar más pendientes en cuántos afiliados tienen, o cuántos votos consiguen, para desviarle la atención de su función fundamental: promover la democracia.
Además, el partido político debe surgir de cualquier parte: la capital, o Quiché; en una aldea, o en una ciudad; en una universidad, o en un sindicato… en donde sea. Es perjudicial obligar a ese grupo focalizado a que deban tener organización en todo el país, porque ahí es donde el proyecto se empieza a desconfigurar.
Los únicos requisitos que deberían tener los partidos políticos es tener sus cuadros mínimos cubiertos (la cúpula), ideología, código de ética y un tribunal que sancione, y nada más.
En el caso de las elecciones, el único requisito que deberían tener los partidos políticos para participar en ellas, es que tengan al menos cuatro años de vigencia, para evitar que se formen partidos políticos a última hora. Si los partidos no alcanzan los requisitos mínimos, que no desaparezcan; que sigan trabajando para las siguientes elecciones, sin necesidad de que la misma gente forme otro partido igual.
Incluso, ni los logotipos ni los lemas son importantes; actualmente se exige que tengan un logotipo, no repetido y diferenciado de otras propuestas. Lo único que debería tener diferencias es en la ideología. Si un partido político busca inscribirse cuando ya hay alguno con tendencia ideológica similar, no debería permitirse la inscripción, sino invitarlos a unirse al partido ya creado.
Los logotipos, como decía, no son importantes, y hasta podrían ser cancelados de los requisitos. De hecho, creo que los logotipos son los responsables de que las propuestas políticas sean tan pobres. Pero esto lo explicaré la próxima semana.