Un ejemplo de trabajo familiar en común que puede realizarse para afrontar la pobreza y vivir mejor


Después de visitar uno de los cementerios existentes en la capital para depositar flores del recuerdo donde permanecen los restos de varios de nuestros seres queridos, el domingo 1º. de noviembre, Dí­a de los Santos, nos dirigimos hacia el Occidente de la República y nos detuvimos en una bella aldea montañosa denominada La Giralda, de Tecpán Guatemala, desde donde nos extasiamos contemplando un hermoso valle de un color verde lujurioso… ¡Uno de tantos motivos que nos llenan de orgullo!

Marco Tulio Trejo Paiz

En el citado lugar vive una laboriosa familia campesina, de la raza autóctona, donde disfrutamos momentos placenteros, muy alegres, entre plática y plática con muchos integrantes del núcleo familiar. Son humildes pero con espí­ritu de lucha por la superación. Ya explicaremos algo.

Especialmente, cambiamos impresiones con los esposos Emilio Canastuj y Francisca Calel de Canastuj, quienes, dicho sea de paso, son prolí­ficos. De seis de sus hijos somos padrinos de cuatro mujeres y de dos varones. Dicho matrimonio es prolí­fico, pues tiene otros «vástagos».

Nos interesaron mucho las referencias que nos hicieron ambos esposos respecto de cómo están entregados a la vida activa, como ignorando la situación de crisis imperante en el paí­s, de la cual se quejan hasta con lágrimas de cocodrilo muchos, muchos, incluso los que navegan en rí­os de plata…

Según nos explicaron, trabajan en común. Todos se ayudan para construir o reparar viviendas, para cultivar la tierra, para hacer drenajes, para costear tratamientos médicos en los casos de enfermedad, etcétera. Todos prestan su valioso concurso en bien de todos. Han habitado unas casas ya añosas donde ha transcurrido su existencia desde la niñez. Los papás, abuelos y otros miembros de familia ya desaparecieron para descansar en la infinitud de la eternidad.

Cuando nos contaban acerca de la forma de vivir y de trabajar en común, se nos vino a la memoria lo exitoso de lo que acontece en los kibutzí­n del pequeño gigante del Medio Oriente, Israel, donde hay positiva expresión del socialismo de estado, el que, por cierto, difiere en cuanto al colectivismo del socialismo agrario y, mayormente, del comunismo, que es un extremista o radical sistema de organización social en el que se decide, por los gerifaltes, la abolición de la propiedad privada y se establece la comunidad de bienes en general.

No sólo los clanes familiares deberí­an adoptar la forma de batallar en pos del mejoramiento de las condiciones de vida, sino también las comunidades de cada aldea, de cada caserí­o. De esa guisa, se solucionarí­a o, al menos, se atenuarí­a la pobreza que se enseñorea de todos o de casi todos los pueblos de la Tierra y, en consecuencia, los mortales podrí­an contar con los satisfactores indispensables para dejar atrás, muy atrás, las amarguras de la indigencia y, por supuesto, se irí­a transitando en los senderos de la prosperidad y del bienestar.

La familia Canastuj-Canel, según pudimos notar, virtualmente está innovando su manera de vivir en diversos aspectos. No se habrá apartado de la modestia, pero está haciendo í­mprobos esfuerzos por ir hacia delante. Ha formado un vivero de hongos comestibles de regular tamaño, para lo cual aprovecha las cañas de la milpa. El producto lo expenden en el mercado local y, asimismo, lo exportan a otros paí­ses. Sus hijos e hijas más jóvenes están abrevando en los manantiales del saber. Una de ellas cursa estudios del nivel universitario y otra ya terminó los de carácter básico y nos dijo que también quiere prepararse en las aulas de la enseñanza superior. ¿No es eso sana ambición de unos jóvenes de humilde cuna?

El caso de la mencionada familia, no cabe duda, constituye un ejemplo de lo que puede ser asequible realizando una actividad familiar o comunitaria con devoción, tesón y, si es posible, con asesorí­a técnica especializada. ¡Hay que demostrar con la elocuencia de los hechos y no con demagogia barata, las bondades de la verdadera democracia!