El fiambre chapín es, según el más simple examen semiótico, una mixtura de gran cantidad de alimentos; una mescolanza de elementos constitutivos dispares, pero una verdadera rapsodia al paladar, de trozos o fragmentos alimenticios, exquisitamente combinados, que todos degustamos en estos días en unión de la familia más cercana o de los amigos más queridos. Por eso, ese platillo, tiene una doble connotación de ceremonia: por los vivos y los muertos.
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Los guatemaltecos lo degustamos una vez al año, el 1º. de noviembre, pero pasamos comiéndolo unos días antes y otros después, porque vale la pena saborear la exquisita combinación de una variedad de elementos culinarios que, combinados en un plato especialísimo, dan un sabor especial a esta verdadera obra de arte de la cocina tradicional guatemalteca. Vamos a intentar realizar un pequeño análisis semiótico de esta tradición culinaria, aunque no sea tan profunda como quisiéramos.
Según las teorías de Pierce, los signos pueden ser clasificados de tres formas: íconos, índex y símbolos. Vamos a describir, desde los indiciales, una relación sintagmática de los elementos con que las guatemaltecas componen el fiambre; son básicamente tres: a) una cama primaria donde se acuestan las verduras picadas y de contrastantes colores, que representan los productos que brotan de la madre tierra; b) una cama superior, representada por filas de carnes de aves y animales, diferentes embutidos de cerdo, que se representan a sí mismos; de adorno, final: quesos y espárragos blancos, combinación de dos productos disímiles: uno derivado de la vaca y el otro, una raíz de ese tallo recto, que hay que escarbar para obtenerla, pero es la primera que vemos (contradicción de procedencia).
¿Y qué decir del chile de adorno, que tantos chistes ha generado? ¿Solo para picar los ojos? El líquido vital (el agua) estaría representado por el famoso «caldillo» que le da sabor a este plato tradicional (y que las señoras señalan como la clave de todo su gustoso secreto) La sardina de mar, que muchos no la colocan, representaría solitaria a todos los animales del mar. ¡Vaya que honrosa tarea!
Al realizar un análisis paradigmático, entre el fiambre de nuestras delicias, y la forma cómo somos los guatemaltecos, podríamos ver una analogía de esa extraña manera barroca como nos expresamos (y actuamos) la mayoría de chapines. Aunque esa deliciosa combinación de signos (las verduras) fruto de la tierra (carnes de aves y animales) representativos de la fauna (el vital caldillo) el agua para beber (y la sardina) representante de los animales marinos) simbolizan un tributo a la vida, un homenaje al paladar… todos tienen un profundo significado, semióticamente hablando.
El fiambre chapín se degusta junto a los más cercanos familiares o amistades, en ese día que es dedicado a honrar a los difuntos en Guatemala, y la tradición es ir a «adornar» sus tumbas, para luego regresar a degustar el platillo, como una verdadera ceremonia que repetimos año con año. En El Salvador a esta tradición le llaman «enflorar los muertos».
Pero el acto de visitar a los que ya se han ido, es, en realidad, una forma de traerlos a la vida, de recordarlos y de sentirlos cerca. Toda la jornada se habla de aquellos que ya no están, que se han ido antes y repetir esa función de estrechar los lazos, a través de la remembranza: «?a mi padre le gustaba más el fiambre blanco, que el rojo?» Y a mi madre: «le encantaban los jocotes en dulce y el ayote?».
Un homenaje semiótico a todos los que mantienen viva esa exquisita tradición y un agradecimiento a quienes nos heredaron el rito anual de degustarlo y compartirlo. Gocemos del fiambre al máximo, junto a la evocación de los grandes momentos que pasamos junto a hijos, padres y abuelos? y buenas amistades.