La quiebra fraudulenta de los bancos constituye uno de los casos paradigmáticos de la impunidad en Guatemala, porque en el mejor de los casos, los clientes reciben su dinero del Estado, mientras que otros, los que tenían la desgracia de haber depositado en entidades fuera de plaza, simplemente pierden sus ahorros mientras que los banqueros pícaros pueden gozar tranquilamente del dinero mal habido. En algunos casos ni siquiera se dan a la fuga sino que descaradamente se quedan aquí aprovechando con toda tranquilidad su sucia ganancia.
En el caso de Bancafé, cuyos ejecutivos han salido libres sin ningún tropiezo mientras los clientes han perdido todos sus ahorros, resulta que se dio la intervención de la firma de auditores internacional Pricewaterhouse Coopers para localizar el dinero que los accionistas habían colocado en el extranjero y devolver lo que se pueda a los clientes del banco. Pero resulta que los auditores se han topado con una barrera que les niega por completo acceso a la información necesaria para ubicar los millones y en eso tienen que ver no sólo las autoridades del sector justicia, sino también los funcionarios de la Corporación Financiera Nacional, Corfina, a cargo de los activos del fraudulentamente quebrado Banco del Café.
Corfina tiene una larga y triste historia en la corrupción de nuestro país porque fue la institución que usaron funcionarios ladrones para embolsarse millones y nadie pagó por eso, como ocurre siempre en Guatemala. Pero ahora resulta que además de tan negra trayectoria, esa Corporación se ha encargado de negarle a los auditores el acceso a los datos que podrían facilitar la localización de las inversiones en el extranjero y con ello buscar la devolución, al menos parcial, de sus ahorros a cientos de personas estafadas burdamente por los banqueros que siguen presumiendo de ser miembros de la mal llamada «alta sociedad».
Si eso pasa con una firma multinacional de prestigio, como Pricewaterhouse, qué le puede esperar a un ciudadano común y corriente en nuestro país en busca de justicia y de la reintegración del dinero que le robaron. Precisamente porque no hay castigo y porque los banqueros que se alzan con el dinero ajeno lo pueden gozar como si nada, es que en el país nunca habrá suficiente seguridad porque la persistente impunidad es un aliciente para que los largos cometan fechorías. Los bancos Empresarial, Gemelos, Bancafé y de Comercio son una muestra de que aquí todo se vale y que no hay justicia ni ley. La pérdida de los bancos se socializa y las ganancias se privatizan, en una muestra clara de que el sistema está hecho para favorecer a los que delinquen.