Desde el viernes anterior en horas de la mañana presumí que el psicoanalista, diplomático y escritor Jaime Barrios Peña iba a fallecer de un momento a otro, porque recibí un correo electrónico telegrafiado de Jaime Barrios Carrillo avisándome: «Mi viejo está agonizando, los médicos lo han desahuciado, se encuentra en estado de coma; él siempre te estimó…»
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 De inmediato le respondí a Barrios Carrillo solicitándole que, aunque no podía acompañarlo personalmente en el momento en que ocurriera el fatal desenlace, se comunicara conmigo tan pronto pudiera. Así fue. El sábado 31 a las 10:21 horas recibí otro correo en el que me indicaba «Te escribo a la carrera, papá murió hace dos horas».
 Lo menos que podía hacer era comunicarme con periodistas amigos de otros medios, para que dieran a conocer el fallecimiento de un ilustre guatemalteco que se radicó en Estocolmo desde hace unos 20 años, para acompañar a su hijo Jaime, licenciado en Filosofía y antropólogo social, quien, siendo catedrático de la Universidad de San Carlos, se vio obligado a huir del país durante la dictadura de Romeo Lucas, y junto a un hermano suyo escogió la capital de Suecia para desenvolverse académicamente.
 El doctor en Filosofía Barrios Peña, además de haber ostentado otro doctorado, en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México, y un diplomado en Derecho Internacional por la Universidad de Bogotá, de las cuales fue catedrático así como de la Usac, era un prolífero escritor y acucioso investigador social. De orientación social demócrata, fue uno de los cofundadores, juntamente con Manuel Colom Argueta, de la Unidad Revolucionaria Democrática, que dio origen al Frente Unido de la Revolución.
  A principios del año pasado recibí uno de los últimos libros de Barrios Peña, de los 22 que publicó, con el título «Quinientos años después-Arte Mestizo», en el que, conjugado su conocimiento en las disciplinas que dominaba, al referirse al mito, la magia y la formación del inconsciente en el ser mestizo, advierte que el mestizaje es un hecho discursivo y que responde a la palabra, la cual se va conformando por la tradición oral de generación en generación, por la transmisión de actitudes estéticas en el taller de la pintura y escultura y, finalmente, en la culminación de la fuga mítica de la palabra mestiza en el realismo mágico.
 Al coincidir con Levi-Strauss en su crítica a Malinowski, Barrios Peña asienta en ese libro que en América no se trató de la suplantación de una cultura por otra, sino que, dentro de los términos dialécticos y estructurales de ciertos elementos, se generó la formación de una mueva mutación, y, de esa cuenta, el mestizo tiene una tendencia esencial en la concepción comunitaria, rasgo que se filtró en la mentalidad precolombina, en tanto que la sociedad indígena original se basaba en el tributo, y no en la diferenciación de clases, con un gran sentido de organización comunitaria, también, propia de la agricultura colectiva.
 El doctor Barrios Peña, infortunada y prácticamente desconocido por las nuevas generaciones, incluso por más de algún presunto intelectual, después de haber sido catedrático universitario en Guatemala, México y Colombia, diplomático y profesor invitado en centros de estudios superiores y de investigación en Canadá, Estados Unidos, El Salvador, Costa Rica, Argentina, Bélgica, Francia y los tres países citados inicialmente, al radicarse en Estocolmo fue miembro de distintos círculos científicos y culturales, pero destacó especialmente en la Asociación de Escritores de Suecia. Recibió numerosos reconocimientos por su actividad literaria y científica, como el de «Personalidad del Año», Premio Rinkeby 1998, Orden de Boyacá y Medalla Cum Laude de la UNAM.
 Bien llegado a la posteridad, doctor Jaime Barrios Peña.
(El escritor Romualdo Tishudo cita a Ernesto Sábato: -Vivir consiste en construir futuros recuerdos)