No hay chapín que no esté harto de la clase política, sea del PIN, del PON o del PUN. Mientras están en campaña electoral los discursos son los mismos, asegurando que no van a decretar más impuestos, pero cuando alcanzan el poder, entonces sobran los argumentos para explicar la imperiosa necesidad de hacer lo contrario. A los chapines nos ha tocado escuchar de esa misma casta política sinnúmero de promesas que van, desde que el primer día de su gobierno la administración va a ser eficiente; que reducirán la burocracia; que pondrán fin a los privilegios hasta que van a acabar con los derroches y pésimas ejecuciones presupuestarias. ¿Cuál es la realidad? A usted, señor contribuyente, no tengo mucho que decirle, pues no hay día de Dios que no compruebe que sus aportes para el sostenimiento del Estado no van en busca del bien común, sino sirven para satisfacer únicamente intereses particulares o los del partido.
De esa cuenta, ¡otra vez! Nos toca escuchar del Ministro de Finanzas sus temores porque la crisis ha llegado a tal punto, que corre el peligro de no pagar el costo del funcionamiento del Estado y que si sigue esa situación, en breve no tendrá fondos para pagar a los proveedores. ¡Otra vez! El Presidente inoportunamente aprovecha cualquier situación para discurrir en que impulsará la modernidad, la reforma o el aumento fiscal, pues la carga tributaria en vez de haber subido, sigue para abajo ¿En dónde quedaron entonces las incontables veces en que se les ha advertido a los administradores de la cosa pública que la Virgen no estaba para tafetanes? Se les encargó que fueran cautos en el manejo de los fondos; se les suplicó que no siguieran derrochando miles de millones de quetzales en cosas superfluas, en pasajes, viáticos y gastos de representación, mucho menos, en auto recetarse enormes comilonas y pagos indebidos, como el de las indemnizaciones y se les imploró que detuvieran el contrabando, porque con esos miles de millones de quetzales esfumados, hasta se podría sostener a otro gobierno en Guatemala.
¡Pamplinas! Esa ha sido la respuesta que la casta política le ha dado a su pueblo. En Guatemala, desde el gobierno central, el municipal y hasta la entidad autónoma o descentralizada cualquiera fuera su especie, poco les ha importado la crisis financiera por la que el mundo y nosotros hemos estado atravesando fuera para formular mesurados presupuestos, no digamos para seguir politiqueando en el afán de perpetuarse en el cargo, sentándose en su curul o agarrando férreamente la vara edilicia, pues siguen erróneamente pensando que los chances públicos son para servirse y no para servir a la comunidad a la que se deben. Y todo, porque el pueblo se pasa de baboso. Aguantador, sufrido, o indiferente le dicen algunos, pero para el efecto es la misma cosa.