Alguien que tome la iniciativa


Hace pocos meses, cuando un cantante guatemalteco estaba participando en un evento a nivel latinoamericano, impresionó la forma en que los guatemaltecos se involucraron y le dieron enorme cantidad de dinero a una empresa telefónica para respaldar la aspiración del artista. Una muy rara reacción chapina porque en vez de la ancestral indiferencia y descalificación, se optó por la participación solidaria con el sueño de tener a un í­dolo nacional.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Hoy estamos frente a una situación mucho más dramática y que reclama también nuestra participación para salvar la que es, probablemente, la mayor belleza natural de nuestro paí­s y que agoniza por la indiferencia de todos. Atitlán ha sido ví­ctima del comportamiento irracional del hombre y corre el riesgo de convertirse en un asqueroso pantano. No se puede señalar a un culpable de ese desastre ecológico porque el mismo se ha fraguado durante muchos años y en el mismo tienen responsabilidad muchí­simos agentes, desde autoridades nacionales a las locales, desde los dueños de terrenos en las proximidades hasta los visitantes que aportaban su grano de basura para acelerar el deterioro y en general todos los que sabiendo que ya en los años setenta se empezaron a prender luces de alerta, no hicimos nada para contener el daño.

Idealmente debiera ser el gobierno el que emprendiera una especie de cruzada nacional que tuviera un doble propósito: salvar al lago de Atitlán del desastre y demostrar que los guatemaltecos nos podemos unir por causas en verdad importantes y aportar de acuerdo a nuestra capacidad. Desafortunadamente no veo liderazgo para ese tipo de cosas en el gobierno, empezando por la torpeza del Vicepresidente que habló de conspiración y minimizó el problema, por lo que a lo mejor hará falta que, como con aquel artista, alguna empresa o algún particular asuma la tarea de convocarnos a todos los guatemaltecos para que nos involucremos de manera decidida en salvar la mayor belleza natural del paí­s.

Pero indudablemente algo tenemos que hacer porque el proceso de deterioro es tremendo y cada dí­a que pasa se hace más difí­cil revertir el daño. Ya al dí­a de hoy hay problemas demasiado graves que demandarán muchí­simo tiempo y millonarias inversiones si es que pretendemos que Atitlán vuelva a ser lo que fue, pero lo peor de todo es no empezar a hacer nada y, por el contrario, continuar con la locura de hacerle daño a ese recurso que ha sido objeto de la admiración no sólo de quienes vivimos en este paí­s, sino de millones de visitantes extranjeros.

Tristemente somos una generación que ni siquiera se ha encargado de cuidar lo que recibió como herencia de sus ancestros y el masivo deterioro del ambiente es una prueba de cómo hemos actuado irresponsablemente. Una caracterí­stica de nuestra sociedad es el descuido por el mantenimiento de las cosas que tenemos, las que dejamos que se dañen por el uso y el paso del tiempo sin que se tenga el menor cuidado por preservarlas. Y cuando ese descuido se traduce en recursos como los lagos de Atitlán y Amatitlán, nos damos cuenta que somos capaces de destruir hasta lo más preciado que tenemos como Nación y que ha sido simplemente un regalo de Dios.

Puede ser que algunos crean que estamos conspirando al señalar que debemos hacer algo, pero es el tí­pico caso de que a palabras necias, oí­dos sordos y ojalá algunas personas o algunas empresas asuman la tarea de preservar el lago de Atitlán convocado a todos los guatemaltecos.