Japón apunta a los gases de efecto invernadero


Japón pretende acabar con los gases que causan el calentamiento del planeta enterrándolos en sus entrañas mediante una controvertida tecnologí­a que captura y almacena el carbono y que ha empezado a ser experimentada en una planta del sur del paí­s.


El grupo Toshiba ha puesto en marcha en la planta de Mikawa el proyecto piloto de esa innovadora tecnologí­a de captura y almacenamiento del carbono (CCS, por sus siglas en inglés), considerada como un complemento necesario junto a energí­as renovables como la eólica y la solar en la lucha para reducir las emisiones industriales de gases que causan el calentamiento del planeta.

«Necesitamos encontrar una forma de equilibrar la reducción de emisiones» de gases de efecto invernadero, declaró el ingeniero Kensuke Suzuki durante una visita a la planta, situada a unos 900 km al suroeste de Tokio.

En septiembre, la planta de Mikawa empezó la extracción de diez toneladas de CO2 del gas que se produce cuando arde carbón para producir electricidad.

Según el llamado método postcombustión, ese gas se introduce en un contenedor que lo mezcla con otros lí­quidos solventes. Y sometido a altas y bajas temperaturas, el CO2 se separa y se convierte en un lí­quido.

El siguiente paso ahora -aunque aún no experimentado en Japón- será introducir dicho lí­quido en una especie de almacén que se cree en el subsuelo para «encerrarlo» lejos de la atmósfera.

Pese a que el programa piloto de Toshiba sólo captura un 10% de los gases emitidos y que debe hallar aún la forma de almacenar el CO2, sus promotores aseguran que esa técnica conseguirá acabar con el 90% de los gases contaminantes.

Sin embargo, aún hay muchos interrogantes sobre la nueva tecnologí­a, que poco a poco se empieza a desarrollar también en el resto del mundo, con cinco proyectos CCS a larga escala en América del Norte, Europa y el Norte de Africa.

Así­, algunos grupos medioambientales y geólogos tienen miedo de que esas sacas en las que se enterrarán los gases puedan volver a la superficie o provocar sismos.

Asimismo, se teme que la tecnologí­a CCS incentive el uso de combustibles fósiles en un momento en el que se está tratando de encontrar formas de energí­a menos contaminantes.

Además, está el tema de su coste, pues una planta de CCS consume hasta un 40% más de energí­a y su coste es un 60% superior al de una instalación normal, según los expertos.

Sin embargo, Japón tiene intención de seguir promocionando proyectos CCS y ya tiene en cantera al menos 20 para 2010 y más de 3.000 para 2050.

No obstante, será en el extranjero donde las empresas japonesas tratarán de implantar la nueva tecnologí­a, pues en su propio territorio las cosas se complican por el hecho de que es uno de los paí­ses con mayor actividad sí­smica de todo el mundo.