Chirac, primer ex presidente en comparecer ante la justicia


Jacques Chirac, ex presidente francés, podrí­a sufrir condena de diez años de cárcel por malversación de fondos. FOTO LA HORA: AFP PATRICK KOVARIK

Jacques Chirac se convirtió hoy en el primer ex jefe de Estado de Francia que deberá rendir cuentas a la justicia por un caso de empleos ficticios cuando era alcalde de Parí­s, un nuevo escándalo polí­tico-judicial en el seno de la derecha francesa.


Chirac, de 76 años, presidente de Francia entre 1995 y 2007 tras dirigir la alcaldí­a de Parí­s durante 18 años, deberá comparecer ante el Tribunal Correccional de Parí­s, que juzga delitos penales, por un caso de «21 empleos de favor» que presuntamente pagaba su gabinete del ayuntamiento, anunció el viernes su servicio de prensa.

El 21 de noviembre de 2007, Chirac, que dirigió la alcaldí­a de la Ciudad Luz entre 1977 y 1995, fue inculpado de «malversación de fondos públicos» y «abuso de confianza» y «sobreseí­do» del delito «de falsificación de documento público».

«Está sereno y decidido a establecer ante el tribunal que ninguno de los empleos fueron ficticios», indicaron sus allegados tras conocer la decisión de la jueza Xaviere Simeoni, que instruyó el sumario.

A mediados de 2007, cuando entregó la presidencia a su sucesor, Nicolas Sarkozy, Chirac, que habí­a gozado de la inmunidad presidencial, volvió a ser un ciudadano más en términos legales.

El sumario se referí­a a 35 empleos presuntamente ficticios entre 1983 a 1998, es decir desde el comienzo del segundo mandato de Chirac al frente de la alcaldí­a hasta los primeros años de su sucesor Jean Tiberi.

Nueve personas en total deberán comparecer ante el Tribunal Correccional. Otras nueve fueron sobreseí­das, precisó una fuente judicial.

A fines de septiembre, la fiscalí­a pidió un sobreseimiento general al estimar que los hechos anteriores a 1992 prescribieron y que la investigación no permití­a calificar la infracción por los hechos posteriores.

Ahora, la fiscalí­a tiene cinco dí­as para apelar. Si lo hace, la Corte de Apelaciones de Parí­s tendrá que decidir si Chirac comparece o no.

El abogado de Chirac, Jean Weil, afirmó que «el tribunal zanjará» entre las dos posiciones, es decir la fiscalí­a y la jueza, pues es el «árbitro». El letrado rechazó «absolutamente» una apelación.

Chirac apareció en varios casos judiciales pero éste es el primero por el que ha sido imputado y por el cual podrí­a ser condenado a diez años de cárcel y a 150.000 euros de multa (220.000 dólares).

Otra causa que sigue su curso y en la que es testigo asistido se refiere a empleos «de favor» para allegados a su partido, Reagrupamiento para la República (RPR, gaullista), que en 2002 se sumó a la ahora gobernante Unión para un Movimiento Popular (UMP).

En esa causa, el ex primer ministro Alain Juppé -vicealcalde de Finanzas de Parí­s entre 1983 y 1995-, fue condenado en 2004 a 14 meses de cárcel en suspenso y a un año de inhabilitación.

Primero fue el caso Clearstream, una maquinación polí­tica destinada a frenar la carrera de Sarkozy a la presidencia, cuyo principal acusado, Dominique de Villepin, acompañó a Chirac durante sus 12 años en el Elí­seo hasta ser su primer ministro.

Esta misma semana, el Tribunal Correccional de Parí­s condenó a responsables de un tráfico de armas en los años 90 a Angola, entre éstos un ex ministro del Interior de Chirac, Charles Pasqua, que afirmó que su superior estaba al tanto de esa venta ilegal.

La oposición saludó la decisión de la justicia.

El portavoz del Partido Socialista, Benoit Hamon, consideró sin embargo que ver a un «ex jefe de Estado ante un tribunal no es la mejor imagen» de Francia.

«Es simplemente hacer justicia», sostuvo el diputado ecologista Noel Mamere.

El ultraderechista Jean Marie Le Pen dijo que Chirac debió haber rendido cuentas «hace mucho tiempo».

El presidente Sarkozy declaró desde Bruselas que no podí­a «hacer ningún comentario» debido «al principio de separación de poderes».

Chirac, que está de vacaciones en Marruecos, según sus allegados, se preparaba para la salida a la venta, la semana próxima, de sus memorias «Chaque pas doit etre un but» (Cada paso debe ser un objetivo).

SEMBLANZA Carrera empañada


La decisión de la justicia francesa de llevar al banquillo al ex presidente Jacques Chirac (1995-2007), de 76 años, empaña una carrera polí­tica rica y larga, que parecí­a coronada por la inmensa popularidad de un jubilado defensor de la ecologí­a y del diálogo entre las culturas.

El ex presidente de Francia, un verdadero monumento en el seno de la derecha francesa durante 40 años, conoció la decisión judicial dí­as antes de la publicación de sus memorias. «Chaque pas doit íªtre un but» (Cada paso debe ser un objetivo), que saldrá a la venta el 5 de noviembre, habla de su vida, desde su nacimiento hasta su llegada a la presidencia francesa en 1995.

Desde 2007 y hasta que abandonó el palacio del Elí­seo, sede de la presidencia, Jacques Chirac daba una imagen de jubilado tranquilo, distanciado de los asuntos polí­ticos y que se abstení­a de hacer comentarios sobre la gestión de su sucesor, Nicolas Sarkozy, que también fue su gran rival de los últimos años.

Con un paso más lento y una capacidad auditiva mermada, Chirac sigue siendo aclamado en cada una de sus apariciones públicas. «Creo que hoy, es un poco la figura del abuelo de todos», decí­a meses atrás la ex ministra de Cultura Christine Albanel.

El Chirac de 2009 es lo opuesto al joven «activo» y seductor que a principios de su carrera parecí­a estar dispuesto a todo para tener éxito en polí­tica.

Jacques Chirac ya estaba en el poder en 1968, en una Francia en plena revuelta estudiantil, como secretario de Estado para el Empleo desde hací­a un año. Nunca más abandonó los palacios de las instituciones francesas: siguió al frente del ministerio de Agricultura, Interior, y fue primer ministro dos veces. Pero sobre todo, durante 18 años, dirigió la poderosa alcaldí­a de Parí­s.

En el feudo de la capital construyó su maquinaria para conquistar el poder, acusado, a menudo, de utilizar la riqueza del gobierno de la Ciudad Luz al servicio de sus ambiciones. De esa época provienen una serie de causas judiciales en las cuales apareció su nombre.

Dos veces intentó, infructuosamente, llegar al Elí­seo, en 1981 y en 1988, antes de ser elegido, finalmente, en 1995.

En 2002 se impuso para un segundo mandato por un amplio margen, cinco años después de haber cometido un error polí­tico capital: la disolución de la Asamblea Nacional (cámara de Diputados) que giró hacia la izquierda y lo obligó a compartir el poder con los socialistas.

Sus partidarios lo describen como un hombre acogedor y generoso.

Sus adversarios lo describen como un hombre «versátil», sin visión, «más capaz de conquistar el poder que de ejercerlo» y dicen que es difí­cil encontrar en su gestión algo que pase a la Historia.

Su lí­nea polí­tica cambió bastante. Durante un muy breve lapso fue de izquierda, en sus años estudiantiles, pero luego abrazó los ideales del gaullismo. Con el paso de los años, y de los mandatos, fue liberal y dirigista, euroescéptico y europeí­sta, a la derecha de la derecha o crí­tico de los extremismos.

Para sus biógrafos, Chirac es un hombre paradójico y complejo. Le gustan los baños de multitudes y las ferias de agricultores y ganaderos, a las que iba cada año y aparecí­a acariciando animales o comiendo quesos de la Francia profunda. Chirac, conocido porque le encanta la cerveza mexicana Corona, es también un enamorado de Asia y un defensor de los «pueblos olvidados».

Al final de su mandato, inauguró el museo del Quai Branly y al dejar el Elí­seo creó una fundación dedicada al desarrollo sostenible y al diálogo entre las culturas.

Jacques Chirac vive en Parí­s con su esposa Bernadette en un apartamento a orillas del Sena que le presta la familia del ex primer ministro libanés Rafic Hariri y goza de una popularidad sin igual. Este hombre, ahora jubilado, es la personalidad polí­tica preferida del 76% de los franceses.