Viendo el muerto y soltando el llanto, solían decir las viejitas para expresar acciones condicionadas como las que ahora se ven en el Congreso donde ya se estableció como norma absoluta, similar a la de tiempos de Serrano, que nada se aprueba si no hay de por medio la debida compensación para los diputados. Desde que la UNE empezó con la práctica de articular acuerdos entre las bancadas a base de concesiones con obras para los diputados o cuando se aceptó la práctica del abierto y descarado soborno, como se ha visto en algunas leyes de interés de empresas privadas como la que construye la Transversal, se dijo que estaban entrando en una senda de la que no podrán zafarse fácilmente.
En efecto, vemos todo el tiempo que los negocios sometidos a consideración del pleno se entrampan y no por cuestiones lógicas ni por oposiciones razonables, sino simplemente como elemento de presión y chantaje porque está demostrado que así los diputados pueden sacar más provecho.
El problema es que la masificación de los procedimientos corruptos en el Organismo Legislativo indican que es absolutamente imposible pensar que ese poder del Estado pueda recomponerse y emprender un camino distinto, porque desafortunadamente la mayoría está participando de ese juego en el que existe ya como un valor entendido que todo se puede arreglar mediante los debidos acuerdos y compromisos.
Sostenemos que la transparencia entre los llamados representantes del pueblo es indispensable para el fortalecimiento de la democracia y lamentablemente los gestos de los diputados nos indican que en el Congreso se vela por todo, menos por el interés nacional que está totalmente olvidado en la perspectiva de los legisladores. Es abrumadora la mayoría que está a la caza de un contrato, de una concesión para que sus testaferros puedan realizar contratos que les dejen enormes ganancias. Eso ya se da por sentado como algo con lo que deben transar y así lo ha reconocido en más de una oportunidad el polémico diputado Mario Taracena en declaraciones a la prensa.
Uno entiende que en cualquier congreso del mundo los legisladores tratan de obtener beneficios para su distrito y que eso les representa la oportunidad de reelegirse, pero aquí no es eso lo que está en juego, sino la posibilidad de hacer ellos mismos las obras mediante sus empresas constructoras y de esa cuenta el negocio es redondo.
Indudablemente el Gobierno ha logrado algunos resultados con esa práctica que termina de corromper, como si hiciera falta, a la clase política, pero el costo en el mediano y largo plazo en términos de debilidad institucional y riesgo para la democracia es enorme.