Los biocarburantes son percibidos como una solución contra el calentamiento climático, pero en realidad tienen el riesgo de agravarlo al alentar la deforestación, cuyo impacto no se toma en cuenta en las principales leyes sobre el clima, según un estudio.
Ningún país grande toma en cuenta las emisiones de dióxido de carbono (CO2) proveniente de los cambios del uso de las tierras para cultivos vinculados a la producción de biocarburantes destinados a reducir la impronta carbónica de las energías fósiles, según estos investigadores, cuyo informe aparece en la revista Science con fecha del 23 de octubre.
El protocolo de Kyoto, el sistema de mercado de derechos de emisiones carbónicas de la Unión Europea y el proyecto de ley sobre el clima adoptado recientemente por la Cámara de Representantes de Estados Unidos, eximen las emisiones de CO2 proveniente de la producción de biocarburantes, cualquiera sea el origen de la biomasa, dicen los investigadores.
Esta exención permite la producción de biocarburantes incluso después de una deforestación para plantar soja, caña de azúcar o palmeras de aceite.
Las compañías petroleras y otras industrias fuertemente emitidoras de CO2 podrían volcarse más a los biocarburantes y explotar esta falla legislativa para reducir a menor costo sus emisiones de CO2, advierten estos expertos.
Un modelo informático utilizado por estos científicos, que integra toda una gama de variables, muestra que «los diferentes modos de utilización de tierras en el marco de programas intensivos para producir biocarburantes pueden conducir a importantes emisiones de CO2», según el principal autor del estudio, Jerry Melillo, del Marine Biological Laboratory, un prestigioso organismo privado de investigación.
Para este modelo se tuvieron en cuenta dos hipótesis. La primera consiste en convertir zonas naturales, incluyendo bosques, para responder a la creciente demanda de biocarburantes, mientras que la segunda privilegia la utilización más intensiva de las tierras ya cultivadas.
Estos escenarios se inscriben en el marco de una política global de cara a poner un techo al tenor de C02 en la atmósfera. Según tal enfoque, la utilización de carburantes fósiles será cada vez más costosa y el recurso a los biocarburantes se va a acelerar.
El modelo predice, en los dos escenarios, que las superficies dedicadas a la producción de biocarburantes serán más extensas que las tierras de cultivos para fines de siglo, entrañando importantes emisiones de CO2 según la biomasa utilizada.
«El potencial de los biocarburantes para reducir las emisiones de CO2 depende de la fuente de la biomasa y de los efectos de ésta sobre la utilización de las tierras», explican los autores del estudio.
De modo que cortar árboles para hacer cultivos destinados a biocarburantes se traduce en importantes emisiones de gas carbónico, mientras que los bosques capturan vastas cantidades de CO2. La conversión de tierras no cultivadas para biocarburantes podría en cambio resultar en una neta reducción de CO2.
Pero desde el punto de vista en que se contabiliza en la actualidad, en ambos casos las emisiones carbónicas son consideradas nulas.
«Sin cambios en la manera de contabilizar, la utilización de biocarburantes agravará nuestro problema de gases de efecto invernadro más de lo que nos ayudará a resolverlo», sostiene Jerry Melillo.