Respecto al tema de la reelección, que como peste se propaga por América Latina, hay personas que suponen que esa práctica es un simple ejercicio democrático en el que el pueblo puede decidir libremente si quiere o no que un gobernante en ejercicio continúe en el cargo. Y señalan ejemplos como los de Europa, en donde los jefes de gobierno se pueden mantener en el cargo durante muchos períodos, así como la influencia que han tenido en Estados Unidos, por ejemplo, dinastías como las Kennedy, Bush o Clinton.
Sin entrar a cuestiones tan concretas como el fraude electoral más reciente de Nicaragua, baste señalar que en nuestro país existen antecedentes notables que no se pueden pasar por alto, y no hablamos de los más remotos de Barrios, Estrada Cabrera y Ubico, sino de los más recientes con la sucesión de fraudes electorales iniciada por el gobierno de Arana y que llegó hasta los tiempos de Lucas.
Ciertamente se diseñó un sistema más confiable, pero que de ninguna manera puede considerarse seguro, con el Tribunal Supremo Electoral que también ha sufrido el menoscabo institucional que afecta a todo el país y el deterioro salta a la vista. Pero por si eso fuera poco, el caso del nuevo Registro Nacional de Pobladores, el ya tristemente célebre Renap, es digno de ser tomado en cuenta porque no olvidemos que para la documentación de los ciudadanos se contrató una empresa que tiene vínculos económicos y políticos con el oficialismo y nadie puede asegurar que la identificación de los votantes vaya a ser realizada con absoluta transparencia.
Los fraudes electorales de los años setenta y ochenta del siglo pasado están frescos en la mente de los guatemaltecos y por ello es que hablar de reelección en nuestro país es totalmente distinto a hacerlo con relación a Europa. Y el problema es general en América Latina, por lo que hemos sostenido que ni la reelección de Chávez ni la de Uribe son realmente ejercicios democráticos dado el enorme peso que tiene el poder presidencial, inmune al control, en nuestras latitudes.
Ignorar los antecedes históricos sería no sólo ceguera, sino un acto suicida porque la costumbre no ha variado ni la forma de manipular el poder es distinta hoy a lo que fue antes. Para nosotros no es cuestión ideológica porque lo mismo criticamos el gesto del Presidente colombiano que del venezolano, porque entendemos que nuestros países han creado modelos copados por distintas formas de corrupción y crimen que impiden el verdadero ejercicio democrático. Votar cada cuatro años dando un cheque en blanco al electo no es democracia, por mucho que nuestros gobernantes así califiquen tamaña distorsión.