Anoche, el Presidente de los Estados Unidos reconoció que no están bien las cosas en Irak y que la construcción de la democracia, objetivo que sustituyó a la destrucción de los inexistentes arsenales y al derrocamiento del tirano Saddam Hussein, no va por buen camino. La receta para enderezar la nave, pese a lo que le dijeron sus propios generales, es el envío de alrededor de 20 mil soldados más para imponer el orden, estabilizar al país y de esa cuenta «permitir que el gobierno democrático se consolide».
En Irak hay un problema serio que tiene implicaciones políticas, raciales y religiosas. Los suníes, que son la mayoría de los árabes en todo el mundo, son minoría en Irak, pese a lo cual rigieron al país en la época de Hussein y ahora están en desventaja frente al gobierno electo bajo el patrocinio norteamericano y que es de mayoría chiíta. A ello se suma la existencia de una numerosa población kurda que tiene problemas hasta lingí¼ísticos para integrarse plenamente con el resto. Todos los expertos vaticinaron que al caer Saddam Hussein se podría dar una especie de balcanización del país, en alusión a lo que ocurrió con Yugoslavia cuando murió Tito, pero Bush no tomó en cuenta tales criterios y dispuso ir a la guerra.
Los demócratas ayer dijeron que la estrategia debe ser obligar al gobierno de Irak a asumir su responsabilidad, empezando por perseguir a los milicianos de Muqtada Al Sadr que constituyen una parte importante de las fuerzas armadas del país que operan supuestamente bajo control del Gobierno, pero que responden básicamente al dirigente religioso. El problema que Bush no ha querido reconocer es que apuntalar al gobierno actual es estrechar los lazos entre Bagdad y Teherán, porque en ambas capitales gobiernan regímenes de tendencia chiíta que mientras más fundamentalistas, más odian a Estados Unidos.
Bush dice que el Primer Ministro de Irak se comprometió a hacer su parte para que sea exitosa esta nueva estrategia de imponer la democracia a punta de bala. Honestamente hablando no hay elementos para creer que esta vez la situación será distinta y que habrá mejoras significativas. Cierto es que ya el Presidente de Estados Unidos advirtió que no será fácil y que habrá más muerte de soldados norteamericanos, pero no dijo que también habrá mucha más muerte de ciudadanos iraquíes que, aunque no les parezca, también son seres humanos cuyas vidas son tan valiosas como las de los militares enviados por Bush.
George Bush dijo que asumía plenamente la responsabilidad por los errores cometidos en la guerra, pero no dijo que el principal error estuvo en embarcar a su país en una guerra estéril que ha comprometido seriamente la seguridad exterior e interior de Estados Unidos y que ese será, al fin de cuentas, el legado de su gobierno, ni que la construcción democrática debe ser tarea de los iraquíes.