Cuando dos personas hablan el lenguaje de la amistad, entre ellos jamás hay apariencias ni rencores.

Para que una amistad dure más que la vida misma, hay que nutrirla diariamente con sacrificios.

No es tu amigo aquél a quien temes decirle algo, porque decir amistad es decir verdad.

Quien realmente sabe ser amigo, se convierte en una luz que ilumina el camino con sabidurí­a y buen ejemplo.

Cuando nos llegan los momentos de dolor, el amigo verdadero es el primero en venir a nuestro lado.

Si bien sólo Dios puede ser el amigo perfecto, la amistad es lo mejor con que la Humanidad sigue contando.