Zatoichi


Fernando Ramos

Uno de los principales objetivos del cine es entretener. Si una pelí­cula cumple en ese sentido, entonces funciona. Por supuesto que los buenos directores aspiran a que su obra exprese un discurso personal y en la medida que esa búsqueda sea auténtica su filmografí­a también lo será.


El concepto «cine-arte» ha logrado que la obra de varios directores sea encasillada y por lo mismo deja de interesar al «gran público». Apellidos como: Kurosawa, Bergman, Fellini, Kubrick, De Sica, Kar Wai, Kitano; por mencionar algunos de los más conocidos, suelen ser incluidos en las listas de autores cuyos filmes pueden ser motivo de ensayos académicos, por ejemplo. Está claro que tal cosa es innegable, pero que la obra de un director llegue a considerarse de culto no deberí­a reducir el número de espectadores y, por el contrario, tampoco se puede desdeñar automáticamente el cine que no lleva la etiqueta de arte.

Takeshi Kitano, nacido en Umeshima, Adachi, Tokio, en 1947, es un director al que la crí­tica ha elogiado y, a partir de ahí­, se le considera un cineasta de culto; su filmografí­a respalda todas las etiquetas y elogios que se le quieran dar; en pocas palabras, es un maestro del «séptimo arte».

En 2003, un año después de haber estrenado «Dolls», la que muchos consideran su obra maestra, encontró el eco del «gran público» con: «Zatoichi», cinta ambientada en el siglo XIX, en donde un samurai ciego, quien se presenta como masajista, llega a una aldea dominada por pandillas que mantienen atemorizados a sus habitantes, a quienes obligan a pagarles tributo. Inevitablemente tiene que involucrarse en el conflicto, por lo que deviene en justiciero.

La producción está basada en una serie japonesa, realizada para cine y televisión entre los años 1962 y 1989; sin embargo, el mismo Kitano ha dicho que aunque se trate de una recreación, la historia es nueva y que quiso diferenciar el enfoque fí­sico y psicológico del personaje.

La historia es la tí­pica de espadachines japoneses, con matices que la hacen diferente. El guión es simple, sin pretensiones de profundidad; el director se divierte mientras filma y también divierte al espectador. Todo el conjunto evoca las viejas pelí­culas de acción, en donde los actores hacen gala de un histrionismo cercano al teatro del absurdo. Mención aparte merece la actuación de Takeshi Kitano, quien además de dirigir interpreta al samurai, dotándolo de carisma y credibilidad; pues siendo un viejo y ciego, no se puede pedir que haga alarde de agilidad para las batallas; por eso Zatoichi no pelea, Zatoichi mata.

La edición fí­lmica juega un papel importante, por momentos parece que la narración se interrumpe, de manera abrupta, pero el uso del recurso del «flash back» sirve para dar forma a lo que se cuenta, al tiempo que ayuda en la construcción de los personajes y a explicar sus motivaciones.

«Zatoichi» es la muestra de cómo un director con talento y considerado de culto, también puede hacer cine de acción y comedia. En cada escena es posible observar: humor negro o ingenuo, acción, belleza plástica, coreografí­as, peleas. El resultado es entretenimiento en su máxima expresión, pero con el sello de un maestro.

Calificación 10/10
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FICHA Tí‰CNICA


TíTULO: Zatoichi

DIRECCIí“N: Takeshi Kitano

GUIí“N: Takeshi Kitano y Kan Shimozawa

MíšSICA: Keiichi Suzuki

FOTOGRAFíA; Katsumi Yanagishima

REPARTO: Takeshi Kitano, Tadanobu Asano, Michiyo Okusu, Gadarukanaru Taka, Daigoro Tachibana, Yuko Daike, Ittoku Kishibe, Yui Natsukawa, Saburo Ishikura y Akira Emoto

PAíS: Japón

Aí‘O: 2003

DURACIí“N: 116 minutos

PRODUCTORAS: Office Kitano, Saito Entertainment, TV Asahi, Dentsu, Tokio FM, Bandai Visual

DISTRIBUIDORAS: Shochiku y Office Kitano

ARGUMENTO


La pelí­cula está ambientada en el Japón del siglo XIX y narra una aventura de Zatoichi (Takeshi Kitano), un vagabundo ciego que vive de lo que gana dando masajes y jugando a los dados. Pero bajo esta apariencia esconde un gran secreto, es un maestro con la espada. El destino le lleva a un pueblo aislado en las montañas, que sufre bajo la presión de los secuaces de Ogi (Saburo Ishikura), dueño del burdel del pueblo. í‰l tiene como lugarteniente a Ginzo (Ittoku Kishibe), quien junto a su banda, exige a los habitantes del pueblo que les paguen por protección, o se atengan a sus represalias. Los atropellos de Ginzo han aumentado desde que se le unió un hábil espadachí­n r?nin llamado Hattori (Tadanobu Asano). Zatoichi hace amistad allí­ con una pobre mujer llamada O-Ume (Michiyo Okusu), su sobrino Shinkichi (Gadarukanaru Taka), muy aficionado a los dados, y a dos geishas, O-Kinu (Yuko Daike) y O-Sei (Daigoro Tachibana), que han llegado a la ciudad para vengar el asesinato de sus padres. Tales geishas sólo tienen como pista para hallar a los asesinos la palabra «Kuchinawa».