Eduardo Blandón
Esta semana regreso a la reflexión pedagógica. José Bernardo Carrasco nos presenta un libro sobre «estrategias de aprendizaje». Un texto que bien puede ser de utilidad a los maestros, a los administradores y también a los estudiantes. Toda una colección de sugerencias sobre la manera de tener éxito en el aprendizaje.
La temática es amplia. A continuación algunos de los puntos expuestos: Estrategias de atención, cómo escuchar, cómo tomar apuntes, las supernotas, cómo leer mejor, cómo subrayar, cómo hacer resúmenes, cómo hacer síntesis, los mapas conceptuales, los mapas mentales, las tablas o cuadros, las redes semánticas, los esquemas y un amplio etcétera interesante para potenciar el aprendizaje.
Como mencioné la semana pasada (al comentar un libro del mismo Carrasco), este pensador español tiene el mérito de presentar sus libros sin tanta carga académica. Esto es, no hay en sus apuntes demasiadas teorías, preocupación por las fuentes bibliográficas ni deseos de ponernos a filosofar. Carrasco es un pedagogo práctico, con el aparente propósito de dar ideas para el aprovechamiento puntual de sus lectores. De este modo, el contenido puede leerse de un tirón sin dejar desperdicios en el trayecto de la lectura.
Como profesor, pienso que muchos de los problemas que tienen los estudiantes en su rendimiento académico se deben no a carencias de talento o escasez de inteligencia, sino a la falta de estrategias en el estudio. La escuela no forma en esta área y hace que los jóvenes se enfrenten a la tarea de aprender sin mayores recursos. De aquí que cada quien se las espante como puede. Si tiene suerte encontrará a alguien que le sugiera modos de aprendizaje, si no, irá cargando con pésimas costumbres, desperdiciando así años de valioso aprovechamiento.
Por esto, la obra de Carrasco es un tesoro. Los padres deberían leer el libro (al igual que los profesores) para mejorar las técnicas de aprendizaje y maximizar los estudios. Nadie nace sabiendo cómo leer, sacar apuntes, memorizar, hacer resúmenes ni cuadros sinópticos. Los maestros tienen que favorecer la actividad intelectual que no tiene que ser necesariamente aburrida ni abrumadora.
Subrayemos algunas de las sugerencias de Carrasco con el objeto de darnos alguna idea del libro y sugerir su lectura.
El pedagogo, al referirse a la técnica de las supernotas afirma que es un buen recurso para fijar ideas en la toma de notas. Es una técnica, dice, para tomar apuntes distintos de la forma tradicional. Además, y este es el plus, al hacerlo se utilizan los dos hemisferios cerebrales. El secreto consiste en unos gráficos o viñetas secuenciales que recogen el pensamiento fundamental de una clase, charla (o lo que sea).
«Su utilización ayuda a obtener las ideas básicas y fundamentales, la presentación ordenada de las mismas, la creación de pequeñas estructuras de conocimiento o unidades de información y, finalmente, la selección de la información recibida de acuerdo con la importancia de la misma».
Igual de valiosos son los mapas conceptuales. Aquí el estudiante alrededor de una idea construye estructuras a través de relaciones que se establecen entre ellas. Carrasco indica que son tres sus características: jerarquización, selección e impacto visual. Jerarquización porque en los mapas conceptuales los conceptos están dispuestos por orden de importancia o de «inclusividad». «Los conceptos más inclusivos ocupan los lugares superiores de la estructura gráfica. Los ejemplos se sitúan en último lugar y no se enmarcan».
La selección es importante porque hay limitaciones de tipo material con las que contar, además del destino o la utilidad que se le asigne al mapa. Carrasco explica que hay que cuidar más la claridad si se utiliza como recurso de apoyo en una exposición oral, que si se destina al uso particular. Por último, en relación al impacto visual asevera que «un buen mapa conceptual es conciso y muestra las relaciones entre las ideas principales de un modo simple y llamativo».
Un capítulo importante y sugestivo para el aprovechamiento de los estudiantes es el que se refiere a los factores determinantes de la atención. El intelectual se esfuerza por mostrar las ventajas de la actividad mental concentrada y da sugerencias valiosas para ser tomadas en cuenta. A los profesores les recuerda algunos «factores externos» para captar la atención de sus educandos, a saber: La intensidad, el tamaño, el contraste, el movimiento, la novedad y la repetición.
Si los factores externos son importantes para la atención no lo son menos los internos. De aquí la importancia de los intereses, los hábitos, las expectativas y las necesidades. En cuanto a los hábitos, Carrasco dice, «atendemos mejor a aquello a lo que nos hemos habituado a atender por profesionalidad, interés, necesidad, etc. El pedagogo indica que sólo el buen manejo de los factores externos e internos proporciona buenos réditos intelectuales en los estudiantes.
En cuanto a la estrategia para conseguir la concentración en el estudio subraya los siguientes elementos: Dedicar un tiempo corto a centrarse en la tarea que se comienza y a cortar con todo lo anterior; sujetar la atención con una buena estrategia de estudio; y, si en algún momento hay conciencia de la distracción, pararse y volver a repetir el paso primero.
El autor del libro concluye en la importancia de la reflexión metacognitiva. Es decir, afirma, es fundamental conocer las fortalezas y debilidades que tenemos en relación a la forma de cómo estudiamos. «Una breve reflexión sobre los elementos necesarios para un estudio eficaz nos lleva a la conclusión de que su efectividad depende básicamente de tres factores: que se pueda estudiar, que se quiera estudiar, que se sepa estudiar».
Para lograr la metacognición son necesarias varias cosas, finaliza:
· En primer lugar hay que conocer las estrategias: qué son, cómo son, por qué se deben utilizar en las distintas circunstancias o tipos de estudio, para qué sirven, qué características tienen cada una de ellas… Es decir, saber lo que hay que hacer
· Después hay que observar y comprobar la eficacia de las estrategias elegidas. Ello implica valorar tanto el proceso de aprendizaje seguido como los resultados o productos conseguidos. O sea, saberlo hacer.
· Por último, hay que saber readaptar y, en su caso, cambiar las estrategias utilizadas si así lo requiere la tarea (función autorreguladora). La capacidad de aprender por uno mismo (la autonomía en el aprendizaje), se identifica con esta función, necesaria para que el alumno sepa aprender a aprender. Se trata, pues, de controlarlo mientras se hace.
Ojalá pueda ser de utilidad el libro. Puede adquirirlo en Librería Loyola.