Esta semana será crucial para la solución del problema que viven los hondureños. Hay crisis, pero ésta no va a ser eterna, muy pronto para la tranquilidad de los ciudadanos de ese país y para los que acompañamos el proceso desde lejos, todo saldrá bien y lo demás será historia.
Como dijo alguien el otro día: en poco tiempo habremos olvidado quién era el tal Micheletti y el ex presidente Zelaya.
Para eso, sin embargo, tenemos que cruzar el Rubicón. Y es este paso el que nos tiene nerviosos. Sentimos el agua fría y empezamos a hundirnos. Sólo la esperanza nos guía, el optimismo de que todo se resolverá sin mayor desgracia. Ahora que estamos empantanados estamos asustados, tememos lo peor, pero creo que todo saldrá bien aunque las últimas noticias nos tengan espantados.
Micheletti se juega las últimas cartas: amenazas, toques de queda, estado de Sitio y la anulación de los cinco derechos constitucionales anunciados recientemente, el de libertad personal, libre emisión de pensamiento (libertad de expresión), libertad de asociación y de unión, libre circulación y los derechos de los detenidos. O sea que el señor está moribundo, pero ya se ha sentado en la mesa.
Creo que el grupúsculo del gobernante de facto quiere sacar la mejor raja de la negociación y estratégicamente mostrar (para alcanzar sus fines) que tiene el control de la situación. El mensaje consiste en mostrar que tiene poder y lo puede usar cuando quiere. Micheletti tiene la esperanza que Zelaya se amilane y acepte las condiciones por él impuestas. O sea, estamos frente a estrategias de diálogo en la última parte de los acuerdos.
El lado positivo de esta debacle creada por la oligarquía hondureña es el surgir de la conciencia de una ciudadanía que quizá dormitaba o se acomodaba al abandono de los políticos. Micheletti ha logrado unir a las clases pobres y medias, a los excluidos y olvidados para, precisamente, criticarlo y procurar su salida del poder. Se puede ver que se cumple eso de que «Dios escribe recto en renglones torcidos». La sociedad civil, con todo lo desastroso de los últimos acontecimientos, es la que sale fortalecida.
Se podría creer que Honduras no será la misma en la era post Micheletti. Aquí ganamos todos: los hondureños, la comunidad internacional y hasta la filosofía política. El caso del país vecino ha tenido la virtud de promover la reflexión de todos en relación a los valores de la democracia, su sentido, naturaleza y fines. Pero, además, nos han recordado que nunca debemos bajar la guardia frente a los poderes acostumbrados al desequilibrio de los pueblos: ejército, oligarquía y malos políticos.
Micheletti debería ser recordado sólo como el punto de inflexión para cosas mejores. O, a lo sumo, para descubrir el plumaje de los políticos. Micheletti nos ha hecho recordar el color al que pertenecemos y nos ha reforzado las convicciones. Los políticos de derecha también han brillado y, como siempre, se han unido y no han dudado en darse ánimos.
En fin, muy pronto todo será historia.