Trozos de fuselaje calcinados, cajas negras desfondadas, fotos de huérfanos traumatizados abrazando féretros entre llantos: lejos de pretender olvidar sus accidentes más mortíferos, las aerolíneas japonesas conservan abiertas sus heridas en museos.
Japan Airlines (JAL) abrió en 2006 el «Centro de Promoción de la Seguridad» mientras que All Nippon Airways (ANA) hizo lo mismo en 2007 con su «Centro de Educación en Seguridad», ambos en las inmediaciones del aeropuerto de Tokio-Haneda. Su objetivo es, ante todo, el de sensibilizar al personal de las compañías, aunque también son accesibles a cualquiera que pida hora.
Las dos compañías figuran entre las más seguras del mundo: ANA no ha tenido ningún accidente que haya causado muerte de pasajero desde 1971 y JAL desde 1985.
Pero, justamente, esa es la razón de ser de sus «museos del accidente», que se enmarcan en las tradiciones japonesas de contrición y rigor.»Queremos estar seguros de que la memoria de los accidentes pasados seguirá estando viva en la empresa, porque toda la gente que ha atravesado estas tragedias y conoce sus terribles consecuencias sociales se va a jubilar pronto», explica el portavoz de ANA, Rob Henderson.»Hoy en día, un 90% del personal de la compañía nunca ha conocido un accidente aéreo», cuenta el director del museo de JAL, Yutaka Kanasaki. «Tenemos que impedir que el dolor de la tragedia se vaya borrando de nuestras memorias, y transmitir el conocimiento del riesgo aéreo a las futuras generaciones», añade. En su «museo», dotado con una iluminación tenue, ANA reconstituye en una atmósfera de recogimiento los 55 accidentes o incidentes y los diez secuestros de sus 57 años de historia, y pone el acento en sus tres accidentes más mortíferos.
La visita, que cada empleado de la compañía debe realizar al menos una vez, comprende fragmentos de cartas desgarradoras de familiares de víctimas, películas y fotos de restos repescados en el mar, de féretros por decenas alineados en gimnasios, del presidente de la compañía acosado por viudas en estado de conmoción…La sección consagrada a los errores humanos, responsables de un 55% de las catástrofes aéreas, describe ciertos accidentes particularmente tontos de otras compañías: un copiloto que se da cuenta de que el comandante se está equivocando de pista de aterrizaje pero, por timidez, no se atreve a decírselo (83 muertos), una tripulación que no apercibe que el aparato está perdiendo altura porque todos están muy ocupados examinando una bombilla (103 muertos).JAL, por su parte, ha optado por describir con minucia uno sólo de sus ocho accidentes mortales: el del vuelo 123 Tokyo-Osaka de agosto de 1985, el peor accidente de todos los tiempos de un sólo avión (520 muertos, 4 sobrevivientes).
Una pieza importante mal reparada después de un accidente ocurrido siete años antes se desprendió bruscamente en pleno vuelo y arrancó estabilizadores y timón. El Boeing 747 lleno se estrelló en una montaña al noroeste de Tokio después de 32 minutos de vuelo alocado y violentos bandazos. Todos y cada uno de los ocupantes tuvieron tiempo de comprender que iban a morir.
Algunos garabatearon sus últimas palabras rápidamente en cualquier papelito a su alcance.»Machiko, ocúpate bien de los niños», se puede leer en una bolsa de papel expuesta en el museo. «Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo. ¡Socorro! Estoy enferma, no quiero morir», suplica una mujer en un folleto de seguridad.»Pienso que nuestra cena de anoche ha sido la última», escribe otra víctima a su familia. Alrededor, asientos pulverizados, fragmentos de fuselaje retorcidos y objetos personales deformados (gafas, llaves de coche, calculadoras, bolígrafos…) ilustran la extrema violencia del choque final.