Dirigente del primer partido alemán, la canciller más popular de la posguerra está segura, salvo un cambio total de último minuto, de obtener un nuevo mandato de cuatro años.
Su objetivo es lograr una mayoría de gobierno con los liberales del Partido Democrático Libre (FDP). Pero los últimos sondeos señalan que podría verse obligada a mantener su incómoda coalición con el Partido Social-Demócrata (SPD).
«La gran coalición ha hecho un buen trabajo, pero frente a la peor crisis económica desde hace 60 año, es tiempo de hacer todo para asegurar una verdadera reactivación económica», declaró Merkel al diario Frankfurter Rundschau para explicar su deseo de gobernar con el FDP.
Pero, desgraciadamente para ella, los últimos sondeos de esta semana dan en el mejor de los casos, un 48% de intenciones de voto a los conservadores CDU/CSU y al FDP, lo que apenas podría permitirle obtener la mitad de los escaños del Bundestag.
La baja de Merkel en los sondeos comenzó después de un debate por televisión frente a su adversario socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, actual ministro de Relaciones Exteriores.
Sus detractores le critican el haber contado sobre todo con su popularidad personal, rechazando hacer proposiciones concretas o atacar al SPD.
«Lleva una campaña electora que no parece un combate», estimó el politólogo Gero Neugebauer.
De hecho, Angela Merkel prefiere situarse por encima de los conflictos de la política interior sin comprometerse, pero no vacila en levantar la voz en la escena internacional.
El jueves partió hacia Pittsburgh (noreste de EEUU) para la cumbre del G20, declarándose lista para rechazar toda tentativa de Estados Unidos de cuestionar el excedente comercial de Alemania.
Esta será una nueva ocasión para mantener su imagen de «la mujer más poderosa del mundo», un título que le ha acordado desde hace cuatro años la revista estadounidense Forbes.
No obstante, una victoria demasiado ajustada el domingo limitaría su libertad de maniobra. Los compromisos que le exigió su difícil cohabitación con el SPD provocaron descontento en la base del partido conservador.
Ya en 2005, Merkel había intentado formar una mayoría junto al FDP y un nuevo fracaso debilitaría el manejo que tiene de un partido de tradición católica, donde esta protestante originaria de la ex Alemania del Este apareció siempre como una intrusa.
Sin embargo, según los sondeos, la mayoría de los alemanes supone que la «gran coalición» volverá a gobernar, en la medida que otras alianzas son improbables.
De los cinco partido presentes en el Bundestag, el partido de extrema izquierda Die Linke queda excluido de oficio, pues ningún otro quiere alianza con él.
El SPD (26 a 27% de intenciones de voto) no conseguirá formar un gobierno sólo con los votos de los Verdes (10 a 11%), con los que gobernó hasta 2005 y el FDP rechaza de antemano y por unanimidad aliarse con ellos.
De todas maneras, los Verdes dijeron que no estaban dispuestos a una coalición con los conservadores y el FDP.
Unos 62 de los 82 millones de alemanes están llamados a la urnas y las primeras proyecciones se esperan en torno a las 16H00 (14H00 GMT).
Una clara victoria del partido conservador CDU de la canciller alemana Angela Merkel en las elecciones legislativas del 27 de septiembre sería el desenlace preferido de los mercados financieros, según analistas.
Por el contrario, el mantenimiento de la gran coalición con los socialdemócratas del SPD sería según ellos la peor opción posible.
Alemania empieza apenas a recuperarse de la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, con un PIB que podría contraerse entre un 5 y un 6% este año. Además, los efectos devastadores de la recesión en el empleo se notarán sobre todo tras las elecciones, y el ganador afrontará el desafío de gestionar un endeudamiento masivo que seguirá aumentando.
La CDU de Merkel y el socialdemócrata SPD del ministro de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, son oficialmente rivales para la cancillería. Sin embargo podrían verse obligados a un nuevo matrimonio de conveniencia, como el que viven desde hace cuatro años y que los ha unido desde hace uno en la lucha por sacar al país de la crisis, movilizando cerca de 600 mil millones de euros.
Durante esta legislatura, ambos aunaron esfuerzos para subir en tres puntos el IVA, y la economía creó un millón de empleos.
Sin embargo, los mercados financieros y la economía en general saldrían ganando si el próximo ejecutivo puede aplicar una política económica más clara, considera Carsten Brzeski, economista de la firma ING. Los economistas esperan que Merkel y sus socios favoritos, los liberales del Partido Democrático Libre (FDP), obtengan una mayoría para formar gobierno.
«Una gran coalición sería la peor de las posibilidades (y) probablemente tendría como efecto un nuevo período de inercia para la política económica alemana, lo que sería perjudicial», explica Brzeski a la AFP.
El impacto de las elecciones en los valores bursátiles del índice Dax de Fráncfort también podría ser espectacular, según los analistas.
La victoria de Helmut Kohl en 1983 fue saludada con una subida del 40% en los doce meses posteriores a los comicios, mientras que el triunfo de la coalición verdes-socialdemócratas en 2002 trajo una caída del índice del 43,9% en un año.
Pero aunque la propensión de la Bolsa a bajar cuando la izquierda gana y a subir cuando lo hace la derecha queda manifiesta en un estudio del banco suizo UBS sobre las elecciones desde 1949, no todos los valores responden a ese comportamiento maniqueo.
Martin Lueck, economista de UBS, destaca que las empresas del sector de la construcción pueden salir ganando de las inversiones en las infraestructuras, privilegiadas por los socialdemócratas.
Las sociedades ligadas a las nuevas tecnologías también tendrían el viento a favor, porque el SPD promete crear 4 millones de empleos de aquí a 2020, de los cuales una buena parte en ese sector.
Entre los sectores que encabezarían el alza en caso de que gane Merkel, figuran los grupos energéticos, atentos a la intención de la CDU de prolongar el funcionamiento de las centrales existentes.
Por otro lado, la canciller saliente tiene a su favor un amplio respaldo de la opinión pública sobre las cuestiones económicas.
El anuncio por General Motors de la venta de una parte mayoritaria del constructor automotor alemán Opel a un consorcio encabezado por el fabricante de autopartes canadiense Magna, quince días antes de las elecciones, fue percibido como una victoria para Angela Merkel. Como prima, el veredicto de la Comisión Europea sobre la validez de las ayudas estatales a Opel sólo se conocerá tras los comicios.