El avance y expansión del narcotráfico es un hecho indiscutible que afecta, especialmente, a Estados con instituciones débiles e ineficientes que no pueden ejercer el control de su propio territorio. Pero sería torpe culpar a esos países del problema porque la raíz del mismo está en la demanda mundial de los consumidores de droga que pagan enormes cantidades de dinero por un producto prohibido y con ello aumentan el ya enorme poder de los que surten su pedido.
Hasta hoy, la comunidad internacional ha escogido la vía del combate a los narcotraficantes sin hacer nada con los consumidores y eso tiene un efecto perverso, puesto que a mayor persecución hay un aumento natural de precio de las drogas en el mercado mundial y ese mayor valor se convierte en más poderío de los grupos dedicados al tráfico de variadas formas de estupefacientes.
No se enfoca el problema desde la perspectiva que lleva a entender su raíz y por ello no existe una política que se centre en el consumo, sea para combatirlo con la misma vehemencia que se exige para el combate del narcotráfico, o simplemente para legalizar el consumo de la droga.
La prohibición existente para el consumo de drogas es una decisión basada en el daño que esas sustancias producen al ser humano y a las sociedades. Lo mismo se pensó en Estados Unidos cuando se decretó la prohibición para consumir licor, lo que hizo que la producción y venta de bebidas alcohólicas se convirtiera en atractivo negocio para las mafias. El efecto, individual y social, del licor es muy parecido al de las drogas y lo peor de todo es que con o sin prohibición, es enorme la cantidad de adictos que hay en el mundo y éstos pueden conseguir su producto sin mayor complicación.
El debate sobre la legalización de la droga tiene que elevarse de categoría y es necesario que los Estados lo aborden en foros multinacionales como una alternativa, quizá la única, que pueda librar a los países pobres y pequeños de la orgía de sangre que les impone el narcotráfico y la falta de compromiso de los países consumidores para ayudarlos a librar una guerra que, en honor a la verdad, es de ellos aunque la carne de cañón la pongan aquellas naciones utilizadas por los narcos.
Hay elementos científicos en cuanto al impacto de las drogas en los individuos y en la sociedad que se tienen que discutir y analizar seriamente, sin sesgos iniciales impuestos por los prohibicionistas que de entrada cierran espacio al debate. El antecedente de la prohibición del alcohol en Estados Unidos es ilustrativo y tiene que ser tomado en cuenta.