Me ha tocado separarme de muchos de mis familiares, los cuales me han dejado un profundo pesar. Pero el martes 19 de diciembre, debí aceptar la partida eterna de un hombre que sin ser mi familiar se identificó con mi padre y conmigo como el más amado de todos mis parientes.
Pasaban los minutos como si fuesen horas porque sentía golpes en las venas, tan fuertes como látigos y la piel como quien arranca pedazos por pedazos y así poco a poco hasta dejar un tejido sanguinolento y ardiente porque algo en nuestras vidas se alejaba.
No controlaba el llanto cuando sentí su presencia muy cerca de nosotros? Nos acompañó por mucho rato, pero principalmente a mi papá; pero lejos de sentir temor, sentí una compañía placentera.
¡Cuánto quisiera que estuviera vivo!, pero? También le pido a Dios que le dé una tarea, «la de mi ángel guardián» que me siga inspirando para el trabajo; que me murmure al oído la inspiración creativa; que al expresarme, el lenguaje sea elegante y florido; que extienda mi mano al desvalido y sobre todo lo sencillo y sabio que fue para conducir su empresa.
Fueron 41 años de conocerse con mi padre y 38 de jugar ajedrez, sin embargo nos faltó tiempo para saborear tanto de lo mucho que irradió.
No le decimos adiós, sino que hasta luego don Rodolfo Gutiérrez Machado