«La vida es sueño» de Marco Antonio Flores


Mariano Cantoral

Marco Antonio Flores mejor conocido como «el Bolo» debido -entre otras razones, dicen-, a su particular modo de caminar durante su juventud, ha regresado a la escena literaria nacional con su libro «La vida es sueño», conformado por doce cuentos, en los cuales su voz narrativa es identificable.


Tuve el gusto estar en la presentación de esta colección de cuentos agrupados bajo el tí­tulo de «La vida es sueño», realizada durante la reciente Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua).

Firmó mi ejemplar y le comenté acerca de mi afición por las letras y de mi admiración hacia las de él; escuchó con filantrópica atención y me animó a continuar.

Su personalidad es humanista, seguramente nata y fortalecida durante su fructí­fera vida literaria-personal como intelectual-militante, cualidades que otrora lo constriñeron a salir al exilio en dos ocasiones.

Los comentarios estuvieron a cargo de la escritora salvadoreña Vanessa Núñez Handal, quien esbozó un discurso ameno, en el cual combinó experiencias que ha compartido con Marco Antonio; asimismo, expuso sus apreciaciones de la obra y la vinculación que este nuevo libro tiene con anteriores entregas, por ejemplo, con la famosa novela acerca del movimiento insurgente en Guatemala, «Los Compañeros».

A pesar de su semblante circunspecto, «el Bolo» irradia la sapiencia que manifiesta en sus letras, las que merecidamente le valieron para ser reconocido hace dos años con el máximo galardón de las letras en nuestro paí­s: el Premio Nacional de Literatura.

Las palabras en «La vida es sueño» se apetecen sazonadas por el irrefrenable transcurrir del tiempo; cada cuento es una argamasa no de cal, arena y agua, sino de melancolí­a, romanticismo y rudeza, una mixtura bien fusionada y lograda.

Los cuentos de esta entrega son: «La náusea», «Despedida», «La muerte del cadejo», «El instante de la muerte», «Lento sueño delirante», «Atracción irresistible», «El espejo perfecto», «Polvo de estrellas», «Madame Butterfly», «La vida es sueño», «La agoní­a de la traición» y «El rescate».

Cada uno de los doce cuentos permiten definir la soledad, ya no como ese estado de aridez fí­sico que implica el aislamiento y el abandono -o quizá sí­- pero especialmente como un fermento madurado con los años, una levadura de palabras que sólo alcanzan la realización, que sólo cumplen su función, acopladas con la aceleración del tiempo, los años y los daños, concretos o imaginarios, que le añaden nostalgia y nuevo brí­os a los sentimientos.

El erotismo vuelve a ser protagonista, pero al igual que al tipo de soledad que ya expliqué, éste se considera un indicio innato de humanidad, sin exclusiones.

Y qué decir del plano ideológico, el tí­pico en Marco Antonio, así­ como acepta grandezas, admite errores.

El autor deja huella indeleble de su existencia, permite ver tras el cristal traslúcido de sus palabras los caminos que ha transitado durante su vida y los momentos estrepitosos y memorables que han implicado sus caminos elegidos.

En los textos hay metáforas recurrentes, como la nausea y lo extraño que resulta entrar desanimado a un «pub», que es un «establecimiento donde se sirven bebidas alcohólicas, no alcohólicas y refrigerios bajo las premisas del paí­s correspondiente», después de deambular solo por las calles; entre otras.

Marco Antonio no habló durante la presentación del libro, a pesar de que hubo un momento para realizarle preguntas, nadie rompió el hielo, pero sí­ firmó pacientemente todos los ejemplares, acaso porque no hay más que preguntar, pues si de incógnitas se trata:

«Â¿Qué chingados es finalmente la literatura sino la explicación o el intento de explicarse la vida y los sueños que la han atravesado y destruido o construido?» (De contraportada). Y la respuesta está circunscrita en la duda.

«La vida es sueño», pues, es un viaje descriptivo intenso y penetrante, durante el cual es posible distinguir a un narrador febril (inquieto), sensible al drama de los recuerdos y apaciguado en otros momentos.

Marco Antonio no se desapega de su tradicional vigor lí­rico y narrativo ni del nervio literario al que ha acostumbrado; encarna personajes, acaso por empatí­a; la variación de los tiempos gramaticales de cuento a cuento son notables muestras de mutabilidad emocional y versatilidad como escritor; el relator, a veces protagonista, es omnipresente, es decir, «está en todo».

La prosa de Marco Antonio, atestada de una fuerte carga poética, no se ha devaluado (como sí­ nuestra moneda) a través de los años, las letras más bien parecen haber adquirido nuevos espesores y sabores; como muestra un botón:

«Las cosas no salieron bien. Todo se desmoronó. De nuevo huir para salvar la vida. Una vida que no era la más hermosa. Que no cumplí­a las expectativas. Sólo me mantení­a vivo la necesidad de sobrevivir, de ganarles la partida» («El espejo perfecto»).

Personalmente, espero que en un futuro podamos degustar más palabras de Marco Antonio Flores, y sí­ estas, mis palabras, llegan a sus ojos, le deseo decir que la edad es un prejuicio psicosocial patológico; su pluma, la suya, mientras hayan lectores, será sempiternamente joven.

No, no me atrevo a emitir un comentario que pretenda ser objetivo acerca de la obra de «el bolo», me falta la valentí­a para enfrentarme a su sintáctica, o me sobra admiración, no sé; mejor otro fragmento de «La vida es sueño»:

«Alguna vez va a encontrar al hombre que quiere. Este no sirve. No le sirve para nada. Lo único que le aterra es la soledad. Y la vejez. Pero aún tiene muchos años para buscar» (página 40, cuento El instante de la Muerte).

El último cuento de la entrega, titulado «El rescate», es una epopeya consanguí­nea por la supervivencia que no siempre se consigue, trata de la búsqueda implacable de una niña desamparada a su padre enfermo, a quien finalmente halla en circunstancias impactantes.

Repito, no me atrevo a emitir un comentario que pretenda ser objetivo, más bien considérense estos pedazos de palabras, las mí­as, apreciaciones de un aficionado, una muestra de respeto y admiración hacia un gran escritor, dignamente guatemalteco.

FICHA Tí‰CNICA


AUTOR: Marco Antonio Flores

TíTULO: La vida es sueño

PAíS: Guatemala

EDITORIAL: F&G Editores

COLECCIí“N: Premio Nacional de Literatura, número 1

Aí‘O: 2009

PíGINAS: 100

ISBN: 978-99939-951-2-8

SEMBLANZA


Marco Antonio Flores nació en Guatemala, en 1937. Es poeta, narrador, ensayista, periodista. Ha sido catedrático en las universidades San Carlos y Rafael Landí­var, de Guatemala; becario en el Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de México. Ha dictado conferencias en universidades y centros culturales de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, España, Alemania, Inglaterra e Irlanda.

Ha desplegado una intensa actividad cultural como coordinador de talleres literarios, cursos de literatura y editor, tanto en México como en Guatemala. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés y alemán. En dos ocasiones salió exiliado de su paí­s.

Es autor de los libros de poesí­a «La voz acumulada» (1964), «Muros de luz» (1968), «La derrota» (1972), «Persistencia de la memoria» (1992), «Crónica de los años de fuego» (1993), «Un ciego fuego en el alma» (1995), «Reunión, Poesí­a completa, Volumen I» (1992), «Poesí­a escogida» (1998), «Reunión, Poesí­a completa, Volumen II» (2000), «Antologí­a personal 1960-2002» (2008); de las novelas «Los compañeros» (1976), «En el filo» (1993), «Los muchachos de antes» (1996), «Las batallas perdidas «(1999), «Comrades» (Inglaterra, 2008); de los libros de cuentos «La siguamonta» (1993), «Cuentos completos» (1999); de la crónica histórica «Fortuny, un comunista guatemalteco» (1994); de las obras de teatro «Entremés para cantar» (1972), «El entrenador» (1997), «Teatro completo» (2006); de un libro collage «Los rollos que quedaron» (1997). Ha recopilado sus columnas periodí­sticas en un volumen «Pan pa» mi matate» (1995); y en ensayo, «Poetas guatemaltecos del siglo XX» (2000).