A 188 años de la Independencia de Centroamérica varios sucesos han coincidido para hacerme reflexionar más sobre esta fecha. En primer lugar, por sexto año consecutivo la organización de morazanecos en Estados Unidos, AGMAUSA, ha participado en el desfile centroamericano en Long Island, Nueva York, habiéndome nombrado Gran Mariscal del mismo. También tuvo a bien darme el Premio como Guatemalteco Distinguido de 2009, honor que refuerza mi compromiso por defender los derechos de los migrantes guatemaltecos en el exterior y en Guatemala, incluido el derecho a elegir y ser electo en nuestro país y fuera de él.
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Acabo de tener el privilegio, igualmente, de escribir para el Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies la reseña de La Patria del criollo, la obra maestra del insigne historiador Severo Martínez, en su primera traducción al inglés. El trabajo en inglés es excelente e interpreta correctamente la profunda investigación y el preclaro análisis de Severo Martínez para hacer su interpretación histórica de la Guatemala colonial. Justamente esta obra, que todo ciudadano guatemalteco debiese leer o releer, ahora en inglés, aclarará a los anglosajones una serie de mitos y prejuicios sobre Guatemala.
Con relación a la propia Independencia señala que no es cierto que haya sido una transición pacífica del dominio colonial a Estado independiente, ya que la insurrección y la ofrenda de vidas a lo largo y ancho de Centroamérica se iniciaron desde 1808 y se mantuvieron como una constante. Informa también que la revolución que se buscaba para Centroamérica, incluso la primera exigencia de «reforma agraria», fue limitada por los criollos, quienes simplemente se libraron de los peninsulares para quedarse como única clase dominante. La Independencia fue un gran paso; pero no ha existido la continuidad que pudiera llevar a la construcción de un Estado acorde a nuestras necesidades y posibilidades.
La usurpación por los criollos y la subsecuente oligarquía de la Independencia y posteriormente de la Reforma Liberal -al igual que de la Revolución de Octubre mediante su contrarrevolución derechista y de los propios Acuerdos de Paz- impide que Guatemala logre el desarrollo de su verdadero potencial, con la participación plena de sus cuatro pueblos: garífuna, ladino, maya y xinca. En lugar de ser un Estado verdaderamente en vías de desarrollo es casi ya un Estado fallido, manipulado por sus minorías de derecha, herederas de los criollos.
Igual se quiere que ocurra en Honduras, en donde su oligarquía condujo hace casi tres meses a sectores de capas medias a intentar poner un muro de contención a las demandas populares. Este 15 de septiembre sirvió en ese país para que más de un millón de personas desconocieran al gobierno de facto y exigieran el fin del golpe de Estado, el retorno del presidente Zelaya y una asamblea nacional constituyente para redactar una nueva Constitución. Centroamérica está de nuevo en marcha; necesita, busca y logrará su verdadera Independencia, para lo cual la lucha iniciada en 1821, y empujada en Guatemala en 1871, 1944, 1980 y 1996, tendrá que volver a ser una constante. Como afirmó Severo Martínez, la patria de unos pocos debe convertirse en la patria de todos.