«Marimbas del infierno» triunfa en Argentina


marimbas

Julio Hernández Cordón, cineasta guatemalteco, se encuentra en Argentina para presentar su más reciente largometraje “Marimbas del Infierno” (2010), la cual ha sido recibida con muy buenos comentarios, en el inicio de su proyección por las salas de cine de aquella nación sudamericana.

POR MARIO CORDERO íVILA
mcordero@lahora.com.gt

La historia sobre un viejo rockero de tendencia heavy metal, y un marimbista que sufre por las extorsiones, y que deciden unirse para un proyecto musical conjunto. Se trata, pues, de dos músicos que se alejan del salón hegemónico de la sociedad guatemalteca, es decir, dos artistas marginales.

Don Alfonso, marimbista de 50 años y extorsionado por las maras, carga su marimba, para protegerla de un ataque de las pandillas, que podrí­an quemársela si no paga la cuota. Mientras arrastra el instrumento por las calles, su ahijado Chiquilí­n le presenta a Blacko, un viejo rockero, con quien acuerdan conformar una banda, la cual jamás llegará a tocar.

Para el periodista cultural argentino Claudio D. Minghetti, “la idea puede ser disparatada o excelente”, tal como escribió en su reseña en el diario La Nación. “Hernández Cordón tomó a sus singulares antihéroes de la calle para demostrar cómo la gente de su paí­s, más allá de las limitaciones, puede tener proyectos originales y muy locos a la vez.”

La reseña cataloga a “Marimbas del Infierno” como una comedia dramática, realizada sin apuros y con impecable fotografí­a. Le señala aciertos en el relato de ficción con registros de un documental.

Hernández Cordón comentó en Argentina que la pelí­cula es “un homenaje a la gente que conozco y que realiza proyectos imposibles en un paí­s como el mí­o”, en alusión al alocado proyecto de fundir la marimba con el heavy metal.

En otros comentarios, recogidos por el portal Terra Argentina, resalta la fortaleza del guión, que salva la “nula capacidad dramática del marimbista Don Alfonso, (ya que) le quita carnadura a cada situación por la que atraviesa a lo largo del relato y parece mantenerse inalterable ante situaciones tan diferentes y extremas como el abandono y la pérdida por un lado o el encuentro y la posibilidad de seguir tocando por el otro”, en alusión de que este personaje no es un actor profesional, sino que él representa lo que en la realidad hace en la vida.

Debido a este toque de una actuación sin artificialidad, “el filme aporta, en cambio, un logrado naturalismo que exhibe sin maquillaje el duro presente” que se avista en la ciudad de Guatemala.

“De la mano de las andanzas de Chiquilí­n, un joven marginado y callejero que gesta el encuentro entre Don Alfonso y Blacko, la cámara de Hernández Cordón pone en foco la pobreza, la desidia, el dolor y la incomprensión que sobrevuelan las ásperas calles de Guatemala”, refiere en otra parte este cable.