¿Sepultando al imperio?



Empieza a comentarse en Estados Unidos sobre lo que puede ser el legado de George W. Bush y cada vez hay más analistas que hablan de él como sepulturero del imperio por la forma en que ha comprometido a las fuerzas armadas que ahora tendrán que incrementar su presencia en Irak para librar una guerra que mucha gente ve como perdida. Y advierten que el imperio actual es muy diferente a aquel imperio romano que impuso su estilo y dominio alrededor del mundo o del mismo imperio británico que logró consolidar lo que aún hoy funciona como una mancomunidad de naciones, porque los norteamericanos no tienen realmente más aliado que Israel y el resto de paí­ses se sienten usados, pero nunca apreciados.

En ese contexto, una guerra como la que se vislumbra en Irak, minando no sólo la capacidad militar para responder a otras crisis en el mundo, sino consumiendo billones de dólares que inflan el déficit de los Estados Unidos, se convierte en un problema muy serio cuando los expertos adelantan que este siglo puede ser el de China y la India como potencias emergentes.

La respuesta del presidente Bush a las demandas por un cambio de orientación en la guerra, ha sido sustituir a los generales que cuestionan su polí­tica por otros que dicen que sí­ a todo y decidir el enví­o de más tropas. Entre 20 mil y 40 mil soldados más serán enviados a Irak por un perí­odo que estiman no menor de 18 meses, con la idea de contener la violencia y dar tiempo a que el ejército iraquí­ pueda ser operativo y controlar por sí­ mismo la situación. Pero los soldados de ese ejército están tan divididos como la población y entre ellos hay chiitas, kurdos y suní­es que se enfrentan con el ánimo de exterminarse mutuamente.

En el mundo árabe los chiitas son minorí­a, pero constituyen la mayorí­a en Irán e Irak y por lo tanto ese factor puede servir para que se establezca una fuerte alianza entre los dos paí­ses sin que exista simpatí­a por Estados Unidos. Los suní­es, por otro lado, se sienten terriblemente afectados por los norteamericanos que los convirtieron en carne de cañón en Irak y ellos constituyen mayorí­a en todo el mundo árabe, lo que hace pensar que por uno y por otro lado, la figura de los norteamericanos se convierte en el prototipo del «Americano Feo».

Los dos últimos años del gobierno de Bush pudieron servir para evadir el legado de sepulturero del imperio (algo así­ como lo que fue Gorbachov para la Unión Soviética), pero su empecinamiento que no tiene parangón en la historia y su falta de visión estratégica parece condenar al paí­s a una debacle. La mayorí­a demócrata en el Congreso no podrá impedir que el Comandante en Jefe imponga su poder omní­modo y si fracasa en su esfuerzo y no logra el triunfo en la guerra de Irak, el papel imperial se verá seriamente comprometido porque, además, los anticuerpos generados por este gobierno harán daño en el largo plazo.