Se desvencija el aparato de Chávez, dizque bolivariano


Es evidente que hay un movimiento polí­tico ideológico de tipo izquierdista, no sin aderezo demagógico, en algunos paí­ses de nuestra América indiana…

Marco Tulio Trejo Paiz

Ese movimiento ha contado con el liderazgo de Fidel Castro, secundado por el actual mandamás de Venezuela, Hugo Chávez.

Chávez ha explotado taimadamente la figura de Simón Bolí­var para ir hacia delante con sus acciones entre grupos sociales que son encandilados por el histérico y gritón militronche que, después de ser un golpista frustrado, se dedica a aventuras propias de la polí­tica socialista a la soviética (¡…!), de acuerdo con directrices de Castro, su «padre ideológico», como él lo declaraba otrora a voz en cuello?

La bandera de lucha del bravucón y baladrón sureño ha sido la de aniquilar al «imperio», como él llama a los Estados Unidos de América, la superpotencia mundial que envidian los eternos ambiciosos de mando y medro.

Se pensó que fácilmente, cual furioso huracán, se extenderí­a en la América Latina el llamado movimiento revolucionario socialista bolivariano del siglo XX1, pero como que se hicieron atrás varios gobernantes con madera de estadistas sensatos, más o menos bien formados, que han de haber reparado en que se iba directamente, como al galope, a implantar en la convulsionada región un orden de cosas dictatorial y tiránico, asaz liberticida, como el que fue impuesto en Cuba.

Ya casi nadie ignora las tácticas sangrientas, maquiavélicas, de los comunistas que logran hacerse del poder en los paí­ses aprovechando a la pobrerí­a, a los resentidos sociales, incluso hasta el abuso las libertades de la democracia. Son esas libertades, precisamente, las que contribuyen a debilitar el sistema democrático, porque bajo su alero conspiran los enemigos.

Hugo Chávez quedó cabizbajo por lo ocurrido en Honduras contra «El Sombrerón»; mejor dicho contra el ex gobernante Manuel Zelaya, quien por farolero «zelayó», vale decir «se la halló» con los poderes de Estado por su mediocridad de jugar ajedrez politiquiento con el vociferante militronche que jefea el gobierno venezolano, a quien, por cierto, le están inundando las calles de Caracas miles y miles de rebeldes (dos millones o más de dos millones) al grito estentóreo de «No más Chávez». Son manifestaciones de dura protesta que mueven a pensar en lo que puede sobrevenir?

El chapiní­simo Juan Pueblo considera, no sin buena lógica, que el aparato polí­tico de Chávez y compañí­a se está desvencijando, y todo por vivir escupiendo demagogia e improperios contra quienes no transitan en sus tortuosas veredas.

El precedente que al parecer se ha sentado ya en la hermana República de Honduras tiene con los pelos de punta a los Castro, a Ortega, a Chávez, a Correa, a Morales (Evo) y a los demás socializantes o comunizantes a la cubana, lo que es igual a decir: a la soviética.

Indiscutiblemente, el caso hondureño ha constituido un tapón o muro de contención contra el aventurismo ideológico-politiquiento que ha pretendido abarcar, como los tentáculos de un pulpo, la América Latina y, lo que es más osado, sustituir lo que Chávez y comparsa llaman «imperio» para parir otro imperio.

Ese otro imperio serí­a el de los liberticidas y genocidas que, in illo témpore, existió apuntando a la dominación mundial sin importarles montados sobre volcanes de millones y millones de cadáveres de hombres, mujeres y niños, como en los oscuros tiempos de José Stalin. ¡El fin justifica los medios, decí­an como en coro macabro los enemigos de las libertades que nos brinda el sistema democrático entendido sin comillas de farsa!