Razones abundan para que en muchos momentos de la vida nacional nos sintamos frustrados y decepcionados del tipo de país que hemos construido, con una institucionalidad frágil generadora de marcadas desigualdades que al final se traducen en la existencia de una pobreza ofensiva que no tiene fundamento más que en la inequidad porque la nuestra es una Patria que tiene abundantes recursos materiales.
Sin embargo, entendemos que esa situación de injusta inequidad debe ser acicate para que las actuales y las futuras generaciones asuman un compromiso más serio y decidido en la construcción de un nuevo orden social que ofrezca, como mínimo, oportunidades parejas de salud y educación a los habitantes del país para que cada uno pueda buscar de acuerdo a sus talentos y capacidades, la plena realización como seres humanos y de acuerdo a su dignidad intrínseca.
Y ahora, cuando estamos en la víspera de la celebración del aniversario de nuestra Independencia, vale la pena soñar en una patria diferente. Como dijo Julio Fausto Aguilera, en la Patria que yo ansío, y que por supuesto tiene que tener marcadas diferencias con la que hasta hoy hemos podido construir, porque nos hace falta mucho para estructurar un auténtico estado de derecho en el que todos seamos iguales ante la majestad de la ley. Pero además de la legalidad que es importante, tenemos que entender que no puede seguirse viviendo en esa dicotomía de una Guatemala moderna, plena de desarrollo y riqueza, y la otra, la atrasada y empobrecida en donde nuestros niños mueren de hambre y los que no fallecen, crecen con tales limitaciones y retrasos que están condenados, simplemente por no haber comido bien, a una vida sin oportunidades.
El que podamos llegar a esta fecha en medio de la toma de conciencia sobre lo que el hambre significa debiera ser suficiente para movilizar a la sociedad en un esfuerzo por introducir los cambios cuya necesidad resulta tan obvia ahora que hemos visto de primera mano que en un país rico como el nuestro, en un país con exuberantes recursos naturales, se mueren los niños de hambre y arrastramos una desnutrición crónica de tal magnitud que más de la mitad de los niños del país sufren falta de desarrollo físico y mental como resultado de la ausencia de comida..
Cuando Martin Luther King en Estados Unidos habló de su sueño de un país en el que se volvieran realidad los derechos civiles ya consignados en ley, parecía un camino cuesta arriba y todavía hoy se observa cuando el racismo se proyecta contra la imagen misma del Presidente por ser negro y que, por eso, por su color, fue insultado en una sesión del Congreso. Pero el sueño ha avanzado sin duda, y ese mismo sueño, esa patria ansiada que decía Aguilera, tiene que ser también nuestra meta y nuestro sueño.