En el inicio del bicentenario de la Independencia de Latinoamérica


Esta semana celebraremos un nuevo aniversario de la firma de nuestra independencia con España. Cabe destacar que todo el continente está inmerso, desde ya, en las celebraciones del bicentenario del inicio de todas las independencias.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

En 1810, se dieron inicio a los distintos movimientos de independencia, iniciando con el realizado por Simón Bolí­var en el Virreinato de Nueva Granada, hoy Colombia, Venezuela y Ecuador. También Bolivia, Perú, México, Argentina, entre otros, reconocen intentonas emancipadoras en ese año.

Todo, quizá, por establecer en qué región se empezó primero la gesta independentista de América. La mayorí­a de paí­ses ha intentado ver en sí­ mismo esa paternidad de la emancipación e iniciar primero una fiesta que debe extenderse a todos los paí­ses.

En Guatemala, el sentimiento no es el mismo, porque como en toda Centroamérica, aún falta más de diez años para el bicentenario de la independencia local. Sólo El Salvador ha querido ver en sus insurrecciones de pobladores indí­genas un movimiento similar.

Pero, nuestro paí­s permanece ajeno a ello, e historiadores y autoridades no se han preocupado por revisar intentonas independentistas para sumarse a la fiesta continental.

A fin de contribuir a esta fiesta del bicentenario, propongo a una figura que serí­a nuestro antecedente inicial de deseos de independencia. Se trata de Simón Bergaño y Villegas, que a través de su poesí­a y sus escritos, quiso hacer ver sobre la necesidad de dejar de ser una colonia.

En 1808, dos años antes de los procesos independentistas, fue consignado preso para cumplir condena en España, debido a que él y sus escritos se habí­an constituidos en «peligrosos» para los intereses de la Corona.

Cabe decir que España aún tení­a fuerzas para acallar a estos «revoltosos»; sin embargo, en Guatemala no nos hemos preocupado por mostrar a este verdadero prócer, sobre todo para que se nos tome en cuenta como puntas de lanza en esta gesta.

SEMBLANZA

Simón Bergaño y Villegas nació en Escuintla, Guatemala, en 1781. Sus orí­genes son oscuros, probablemente no era de una familia acomodada. Sin embargo, se cuenta que Bergaño poseí­a una amplia biblioteca, lo cual era muy difí­cil en la época si no se contaba con recursos económicos. En 1794 viajó a México y regresó a principios de siglo como oficial de la Presidencia de la Audiencia. Fue editor de la Gazeta de Guatemala; este cargo, en su contexto, significaba que él redactaba el contenido del periódico y aceptaba colaboraciones de otras personas. Por sus ideas en este periódico, opuestas a los intereses de la Corona y de la Iglesia, la Audiencia de Guatemala lo acusó de «dí­scolo, revoltoso, agitador de ideas perniciosas y sedicioso» por lo que fue remitido a España. Por quebrantos de salud, Bergaño no llegó a destino, quedando en el Castillo del Morro, en La Habana, Cuba, el 26 de octubre de 1808. Falleció en la isla 20 años después.

Poco o nada se recordó luego de Simón Bergaño. Esto se debió a dos factores: a) publicó su obra a través de pseudónimos, y b) la consignación a Cuba fue en el total silencio. Hay que recordar que, en esa fecha, se escuchaban rumores de emancipación polí­tica en la América Española, por lo cual, la Corona trató de callar a los lí­deres.

Fue mucho tiempo después, que se descubrió su obra literaria publicada en Guatemala, y reconocido como antecesor de la independencia americana. Al principio, solo se reconocí­a la autorí­a de artí­culos periodí­sticos publicados en los periódicos cubanos El Patriota Americano y Diario Cí­vico, y dos poemas editados en Cuba, intitulados El Desengaño o Despedida de la Corte y Elogio de la Vida del Campo.

El resto de la obra poética fue publicada en la Gazeta de Guatemala con el anagrama Bañoger de Sagelliú. El historiador Antonio Batres Jáuregui habí­a atribuido estos poemas al también poeta y redactor del periódico, Rafael Garcí­a Goyena.

Según César Brañas, fue a través de la sospecha del doctor e historiador Ramón Salazar, que estos poemas se asignaron a su autor. La confusión surgió por el anagrama con el que fueron publicados. Según Batres Jáuregui, el anagrama se componí­a de la siguiente manera Bañoger de Sagelliú era extraí­do de su nombre R. Goieña B. de Gasellú, con algunas consideraciones. Primero, que el autor habrí­a omitido su primer apellido, Garcí­a; también que habí­a escrito mal su segundo apellido, Goieña por Goyena, y que la B. representaba el apellido materno, Bera, pero en realidad se escribí­a Vera.

Por lo visto, todas estas consideraciones complican la atribución, y, tantas excepciones, hacen dudar. Como hizo dudar al doctor e historiador Ramón A. Salazar, quien consideró que el anagrama pertenecí­a al Bergaño Villegas. Las excepciones hechas en éste anagrama son: que el «de» del anagrama, no tení­a relación con el nombre, y

Que la «ú» final del anagrama, no corresponde a la «V» del segundo apellido del poeta.

Sin embargo, estas excepciones son fácilmente explicables: recuérdese que el «de» se le anteponí­a a apellidos de mucha alcurnia, no porque así­ fuera el apellido, sino porque era una distinción de clase social. En este sentido, el autor querí­a conferirse cierta distinción a su anagrama. Probablemente, Bergaño sufrí­a por esto, ya que, como se mencionó, sus orí­genes eran oscuros y, tal vez, no tení­a tanto prestigio dentro de las clases acomodadas del Reino de Guatemala; y también que la «u» y la «v» tení­an el mismo valor fonético; aunque en ese momento de la historia ya se habí­a determinado el valor fonético de cada uno, el atraso cultural que viví­a Guatemala, especialmente, en este caso, de la ortografí­a castellana, puede prestarse a la confusión.

Además, Ramón Salazar cimentó su teorí­a en otros dos aspectos: otros escritos firmados como S. B. (Simón Bergaño) y con el pseudónimo Gieblas, tienen el mismo estilo que los firmados por el anagrama, y que el estilo de Simón Bergaño era mesurado, un poco irónico y versificación más culta. El estilo de Garcí­a Goyena, tal como ser verá más adelante, era mucho más irónico y era un muy mal versificador. Los escritos firmados por las iniciales, el anagrama y el pseudónimo, tení­an el estilo de Bergaño.

Por estas razones, se ha atribuido a Bergaño y Villegas dos extensos La vacuna y Discurso de economí­a polí­tica, más una serie de trece poemas de menor extensión.

Resuelto ya una de las confusiones que dieron olvido a la obra poética de Bergaño, queda el otro caso, el olvido como antecesor de la independencia. Fue hasta en 1934 que el periódico El Imparcial publicó, en su edición de conmemoración de independencia, un artí­culo en donde exponí­an a luz que Simón Bergaño y Villegas habí­a salido apresado hacia España, debido a sus ideas polí­ticas.

La relevancia de esta noticia reside en que, si se recuerda, la primera nación independiente americana, Venezuela, se emancipó en 1810. Dos años antes, el poeta guatemalteco ya habí­a sido considerado precursor de ideas independentistas. En ese tiempo, el Reino de Guatemala no estaba listo para tales ideas. Recuérdese que la independencia centroamericana se logró hasta en 1821.

POESíA

Simón Bergaño y Villegas fue un buen versificador (no excelente, asombroso ni innovador, simplemente bueno). Sus formas poéticas son propias de los clásicos griegos, como las odas y los epigramas, y de las formas italianas medievales, como la silva; otras, en cambio, vení­an de una tradición más cercana española como la octava real.

Según su intención, el poeta pretendí­a con su poesí­a dos objetivos: enseñar y satirizar, con prioridad la primera. Este influjo provení­a principalmente de dos corrientes: la Ilustración inglesa y francesa, y el neoclasicismo español, especialmente de los fabulistas Tomás de Iriarte y Félix Marí­a Samaniego.

Su temática es diversa, aunque siempre referida a las mismas dos intenciones citadas. Por tal razón, se considera el estudio separado de las siete tendencias poéticas del autor.

CANTO A LA VACUNA

El Canto a la vacuna está escrito en octavas reales, de influencia italiana, pero que el poeta habrá adquirido a través de la lectura de los españoles del segundo renacimiento. La octava real, estratificación muy del gusto español, se compone de: «versos endecasí­labos, y […] consta de tres parejas sucesivas de versos de rima encadenada seguidos de un pareado, así­: abababcc», según la famosa versificación de Martí­n de Riquer. El Canto a la vacuna, además, tiene rima consonante, y se compone de 82 estrofas.

Debajo del tí­tulo aparece la inscripción «(CANTO DIRIGIDO A LOS Jí“VENES)», con lo cual se inicia a inferir la intención didáctica del poema. Canta al descubrimiento de la vacuna contra la viruela del inglés Edward Jenner. Sin embargo, dentro del poema, el autor aprovecha para «lanzar» sus ideas iluminadas; es entonces, que el máximo ideal de la Ilustración, la ciencia al servicio de la humanidad, es el verdadero tema central del poema, con seis temas subyacentes, que confluyen, a su vez, en la figura de Jenner.

La ciencia es el valor supremo al que canta Bergaño; la vacuna sólo es un medio para expresarlo. La ciencia, o mejor dicho la razón, en términos iluminados del tiempo de Bergaño, despierta la admiración del poeta, en su tiempo cuando se puso toda la fe en ella, y que se desarrolla enormemente en esos tiempos. Se contrapone a la ciencia, la ignorancia. El poeta advierte en la estrofa VI su deseo porque su canto venza la ignorancia para que se imponga la ciencia:

«Entre el vulgo ignorante, yo procuro / Claridad, porque siempre he deseado / Ser más bien entendido, que alabado.»

El canto a la ciencia se demuestra a través de seis valores que subyacen a través del culto a la razón; éstos son los inventos, la belleza, la sabidurí­a, Dios, el desarrollo de las actividades económicas y la dedicación a la ciencia.

En primer lugar, sobresale el culto a la ciencia a través de los inventos o descubrimientos y, en especial, al descubrimiento de la vacuna por parte de Jenner:

«El hallazgo feliz, con tono pí­o, /Del doctor JENNER, por quien ya se mira

Libre y segura la infeliz tierra / De una peste cruel, más que la guerra.»

De estos versos, se observa la visión de Bergaño, al referirse a la Tierra como infeliz, y que el descubrimiento libera y asegura el bienestar de ella. En contraposición del descubrimiento, se encuentra la necesidad

OBRA


La mayorí­a de escritos de Simón Bergaño fue publicada en periódicos de Guatemala y Cuba. Además, logró publicar fuera de estos medios sus poemas:

? en 1803 editó en Guatemala Cuatro piezas poéticas, edición perdida;

? en 1808 publicó en Guatemala La vacuna (canción) y Discurso de economí­a polí­tica (silva), en la imprenta de Ignacio Beteta;

? en 1810 publicó en Cuba los poemas Proclama y A los hijos de la América Española;

? en 1814 publicó en Cuba los poemas Despedida de la Corte y Elogio de la vida del campo;

? además, después de su muerte, Salomón Carrillo Ramí­rez publicó el libro El poeta Villegas, en 1937, en la editorial Curthiz de Guatemala, y

? por último, se publicó en 1959 el libro Poemas por parte de la Revista Guatemala en su Colección Guatemala, prologado por César Brañas.

Dentro de las tendencias poéticas que se perciben en su obra, están:

? el Canto a la vacuna, octava real con rima consonante, de 87 estrofas;

? el Discurso de economí­a polí­tica: silva;

? cinco odas que componen La rosa de Elvira, sin llegar a ser ciertamente odas por la estratificación, ya que las de Villegas se componen de cuatro versos heptasí­labos y rima asonante, aunque no es muy regular;

? catorce epigramas;

? tres letrillas satí­ricas: Almoneda de un ropavejero, Letrilla y Oda de mi primera malicia;

? dos fábulas morales: El lorito, La loca y la vieja, y dos fábulas literarias: El poeta y el loro y La vieja y el bailarí­n, y

? poemas varios: poemas de distintas versificaciones con temas sobre percepciones filosóficas y literarias, entre ellos Mi filosofí­a, A Fabio, Décima y La partida.