El futuro de Cité Soleil, la mayor villa-miseria de América Latina, pasa por el Bulevar de los Americanos, una ruta de seis vías que corta el barrio en dos y que es su gran promesa de desarrollo, pero cuyas obras no parecen acabar nunca.
«Esta es la ruta que irá un día hasta el norte del país, hasta Gonaives», afirma convencido el jefe de la principal comisaría del barrio, el inspector Aristide Rosemond.
Por el momento, el Bulevar de los Americanos, como ha sido bautizado por los habitantes de Puerto Príncipe en honor de Estados Unidos, es un mercado caótico al aire libre, en el que miles de personas compran y venden alimentos, cigarrillos, medicamentos, artículos de santería vudú y otros de dudoso origen.
Las obras se iniciaron a mediados de los años 90 por el gobierno haitiano y quedaron interrumpidas durante años por la violencia de las pandillas, hasta la llegada de las tropas de la ONU, en 2004.
Con fondos de Estados Unidos y trabajadores del barrio, los trabajos se reanudaron el año pasado a lo largo de 1,4 km. Pero en un día de semana, y hasta donde alcanza la vista, no cabe ni un alma, y la pequeña delegación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y los periodistas de visita en el lugar no ve ni rastro de maquinaria pesada.
Los grandes desagí¼es, aún sin tapar, parecen tripas al descubierto. El agua sucia, las inmundicias de toda clase se acumulan a la boca de enormes tubos de cemento.
«Está sin asfaltar, pero estará lista en unos meses», insiste el inspector Rosemond.
La agencia estadounidense de ayuda internacional, USAID, confirma que es su proyecto estrella en Haití, con 1,4 km de asfaltado previsto.
Wilson, un residente del barrio con camiseta rota y pelo rastafari, dice que no sabe nada del final de las obras. «No sé si la terminarán», comenta.
En Puerto Príncipe y en todo Haití las obras inacabadas con fondos internacionales no son algo excepcional.
Cité Soleil fue durante años el símbolo de la violencia feroz que sacudió al país. Y ahora la seguridad de la inmensa mayoría de sus 350 mil habitantes depende de proyectos como el Bulevar de los Americanos, que supondrá la urbanización de la zona, y la enorme comisaría que domina la avenida.
El edificio fue arrebatado a las pandillas de secuestradores y narcotraficantes que dominaban el barrio hace tres años. Esos jóvenes fueron desalojados literalmente a balazos por tropas internacionales de la Fuerza de Estabilización de Naciones Unidas (Minustah).
Los pocos edificios que sobrevivieron ofrecen el espectáculo tétrico de los impactos de bala, los muros ennegrecidos por los incendios, la basura en el interior.
Wilson, que dice que salió a comprar un paquete de tabaco, está contento. «La situación ha mejorado», asegura. Los niños que juegan semidesnudos parecen confirmarlo.
Dian Mohameed, un oficial nigeriano miembro de la Minustah, señala con satisfacción: «hacemos patrullas a pie, todas las noches».
También hay un grupo de militares brasileños elogiados unánimemente por sus colegas por su habilidad para comprar informadores sobre el paso de la droga por el barrio. «Son buenos, detienen a un montón», dice Mohameed.
El inspector Rosemond forma parte de los 11 mil policías entrenados por la Minustah desde 2004. Está sinceramente agradecido por la ayuda internacional, pero recalca que él y sus hombres serán capaces de asumir la situación cuando los otros se vayan.
¿La corrupción?: «Yo la ignoro», asegura cortante.
La partida de las tropas podría producirse tras las elecciones presidenciales de noviembre de 2010, según coinciden altas fuentes oficiales y observadores.
La misión de los 11 mil militares debería ser renovada ayer por el Consejo de Seguridad de la ONU, por un año.
«Nuestro objetivo es irnos sin tener que volver», declaró a la prensa el jefe de la Minustah, Hedi Annabi.