Los 104 pasajeros y los siete tripulantes del vuelo 576 de Aeroméxico resultaron ilesos tras un rápido operativo policial de rescate en el aeropuerto internacional de la capital mexicana.
El secuestrador boliviano, que vive en México hace 17 años, fue detenido a bordo del avión en una operación policial relámpago de menos de tres minutos, pocas horas después de que el Boeing 737 aterrizara en el aeropuerto Benito Juárez pasado el mediodía (hora de Guatemala).
«No era un explosivo, eran tres latas de (jugo) Jumex que llené con arena y les puse unos foquitos de colores», dijo sonriente a la prensa tras ser arrestado, quien fue identificado como José Marc Flores Pereira, de 44 años y nacionalidad boliviana.
Antes de que el secuestrador fuera presentado a la prensa, el ministro de Seguridad de México, Genaro García Luna, dijo que Flores Pereira advirtió que llevaba un «artefacto explosivo, que resultó ser un artefacto simulado».
El captor, quien portaba una Biblia y es adicto al alcohol y las drogas, afirmó a las autoridades que actuó por «una inspiración divina» ya que «había tenido una revelación de que México estaba ante un peligro, ante un terremoto», indicó García Luna en rueda de prensa en la terminal aérea.
Tras su detención afirmó que su «inspiración divina» estaba relacionada con la fecha del 9 de septiembre de 2009, ya que si los números de «9-9-09 se colocan al revés es 6-6-6» (número cabalístico), añadió el secretario.
Las demandas planteadas por Flores Pereira fueron «sobrevolar el aeropuerto siete veces y una entrevista con el presidente Felipe Calderón».
El piloto de la nave, un asesor instructor y una controladora aérea fueron los que negociaron con el secuestrador la liberación de los pasajeros, empezando por mujeres y niños.
«Lo primero que hace es enseñarme unos versículos de la Biblia; trato de ganarme su confianza al máximo», dijo el instructor comandante Carlos Corzo, integrante de la tripulación, al relatar la negociación que llevó a cabo con el secuestrador cuando el avión ya había aterrizado.
«Le digo que soy una persona que cree, que es bueno dar un mensaje pero que esa no es la forma», le dijo a Flores Pereira, según relató Corzo al sitio internet del diario Reforma.
El secuestrador boliviano accedió luego a que salieran las mujeres y los niños del avión y sólo quedaron 26 hombres, a quienes se les advirtió que en la aeronave había una persona que decía tener una bomba, indicó Corzo.
Minutos después, la Policía detuvo a Flores Pereira en el avión.
Anoche, su esposa, identificada como Elsa Velgara, pidió perdón a Calderón y atribuyó el hecho «al trastorno psicológico» que padece su marido por sus adicciones, de acuerdo a medios de prensa de la ciudad de Oaxaca (sur), donde vive el matrimonio.
Flores, padre de tres hijos, es responsable de la iglesia cristiana de San Bartolo Coyotepec, a escasos 15 minutos de la ciudad de Oaxaca, donde también canta a los feligreses, detallaron.
De los 104 pasajeros que abordaron en Cancún el vuelo 576 de Aeroméxico, 32 eran extranjeros, incluidos 18 estadounidenses, cinco canadienses, tres franceses, tres bolivianos, dos españoles y un alemán, según fuentes diplomáticas.
El pastor boliviano, un hombre alto y robusto, que estaba vestido con camisa blanca, pantalón de mezclilla (jean) y botas vaqueras y que nunca perdió la sonrisa, provocó la movilización de cientos de miembros de las fuerzas de seguridad y mantuvo en vilo a México durante varias horas.
El boliviano que ayer secuestró un avión en México durante algunas horas había alertado a su madre que iba a realizar esta acción para hablar con el presidente Felipe Calderón y decirle que le dé «cobertura al Evangelio», dijo ésta a medios bolivianos.
Desde la oriental ciudad boliviana de Santa Cruz, María Pereira de Flores, madre de José Marc Flores, quien secuestró el avión, dijo que «no sabía que iba a secuestrar el avión, sólo me dijo que quería secuestrar un avión».
«Me dijo que había sentido de Dios que tenía que hablar con el Presidente de México, que él se iba a hacer escuchar por cualquier medio, aunque sea muerto, para decirle que dé cobertura al Evangelio, que se predique en El Zócalo, que las radios cristianas no sean destruidas», añadió Pereira.
La señora justificó la acción de su hijo a pesar de que ahora él deba «pagar un precio para predicar el Evangelio».
«Quizás vamos a tener que morir y quiero decirle que sea fuerte y valiente, y aunque parezca una locura, pero si Dios lo mandó a hacer eso, yo lo bendigo en nombre del Señor», dijo la mujer.
«La gente siempre denigra al Evangelio; siempre hemos sufrido como cristianos, él está en el camino del Señor», añadió.
También relató que el captor había tenido problemas de drogas y alcohol y que «él se fue desterrado por su padre, que lo echó y le dijo: «Vos no servís para nada, te voy a comprar un pasaje para que te vayas»».