La angustia es una enfermedad que suele llegar a ser discapacitante para muchas personas, se caracteriza por los siguientes síntomas sobre todo corporales: Palpitaciones (percepción del latido cardíaco) o pulsaciones aceleradas (taquicardia), sudoración, palidez, temblores o sacudidas musculares, sensaciones de ahogo o falta de aire, opresión en la garganta (sensación de no poder respirar) o en el pecho (algunas personas piensan que están cursando con un ataque cardíaco), náuseas, vómitos o molestias y dolores abdominales, inestabilidad, mareos o desmayos, sensación de irrealidad (sentir extrañeza por el mundo externo), despersonalización, sensación de no ser uno misma/o, hormigueos en diferentes partes del cuerpo, escalofríos o sensación de sufrir frío intenso. Miedo a morir o estar sufriendo un ataque cardíaco o alguna enfermedad grave que ponga en riesgo la vida, así como puede presentarse, miedo intenso a volverse loco o a perder el control.
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Las crisis suelen durar menos de una hora, con un pico de máxima vivencia a los 15 minutos, luego los síntomas desaparecen, pero persiste el temor de cuando vendrá el siguiente episodio. Que pueden tener diferente periodicidad. Es una de las consultas psiquiátricas más frecuentes a médicos y en especial a cardiólogos. En algunas oportunidades estos pacientes no son derivados a la atención médica psiquiátrica, teniendo como consecuencia la cronicidad del trastorno.
Las crisis de angustia no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas, alcohol, fármacos) o una enfermedad médica (por ejemplo hipertiroidismo). Para lo cual es conveniente que las personas tengan una detallada historia clínica de su enfermedad y una evaluación médica física.
Se puede diagnosticar este trastorno con o sin el síntoma de agorafobia, esto significa:
a. Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil, y sentir que la ayuda necesaria no estará a disponibilidad. Los temores agorafóbicos suelen relacionarse con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar sólo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola.
b. Las situaciones se evitan (se evita conducir, salir de casa), o se hace necesaria la presencia de una persona acompañante para soportarlas.
c. Esta ansiedad o comportamiento de evitación no es debida a otro trastorno mental como fobia social (evitación limitada a situaciones sociales por miedo al ridículo), o a temores específicos de las fobias específicas.
Las crisis de pánico pueden cursar con otros desórdenes de ansiedad y también conducir a las personas a cuadros depresivos. Y cuando se acompañan de agorafobia, pueden conducir al aislamiento social de las personas que las padecen.
También es parte del cuadro clínico de las crisis de pánico, también comparte como muchos otros desórdenes psiquiátricos, la dificultad de su aceptación y la búsqueda de ayuda profesional. El tratamiento va orientado al uso de medicamentos ansiolíticos y antidepresivos. A un proceso de psicoterapia en el caso de este desorden se plantea con mayor éxito la cognitivo/conductual. Y dentro de ello la educación en técnicas de autocuidado personal, como son las técnicas de relajación, de meditación, imaginería, organización de prioridades. Y el aprender a la confrontación y al manejo de los síntomas manifiestos.
Algunas veces las personas han de tener suspensión temporal de sus tareas cotidianas; y ello incluye también el trabajo.