«Yo vendía 30 carros mensuales. Ahora de milagro vendo uno», se lamenta Martín Argenzio, frente a la sala de exhibición del concesionario de autos donde trabaja, que al igual que muchos, tiene meses vacío debido a una seria «paralización» del sector automotor en Venezuela.
«í‰ramos 12 vendedores, ahora sólo quedamos tres», explica Argenzio, declarándose optimista pese a que las ventas de la marca japonesa que representa han bajado 86% en el último año.
No es que la empresa no desee importar vehículos o que los venezolanos, consumistas por definición y que disponen de la gasolina más barata del mundo (0,04 dólares por litro), ya no quieran comprar un automóvil nuevo. Al contrario, desde hace dos años existen interminables listas de espera en los concesionarios del país para los ciudadanos que desean acceder a un vehículo nuevo.
«Estas listas son distorsiones que nunca se habían visto en 60 años que tiene el negocio», señala Enrique González, presidente de la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez).
En Venezuela funcionan siete plantas ensambladoras que compran en el exterior las piezas ya que el país no las produce.
En los últimos meses, todas han tenido problemas con la importación, debido a que el gobierno, que mantiene un férreo control cambiario, ha restringido la concesión de divisas a la tasa oficial de 2,15 bolívares por dólar.
Esta situación, sumada a conflictos laborales en las plantas, ha generado la «paralización» de la industria, según González.
«Las ensambladoras que aún operan lo hacen a un ritmo muy inferior al de su capacidad instalada y de producción, lo que equivale a una paralización, porque estas empresas estiran su inventario para no cerrar», indica.
Según la Cavenez, las deudas que mantienen las ensambladoras con sus proveedores en el exterior superan actualmente los 3 mil millones de dólares, por lo que consideran «insuficiente» el anuncio que hizo en junio el gobierno venezolano sobre un desembolso para el sector de 2.500 millones de dólares.
«Con eso no podemos pagar nuestras deudas y mucho menos hacer nuevos pedidos de partes para ensamblar», protesta González.
Esta reducción drástica en la ensambladura e importación de vehículos ha impulsado enormemente en Venezuela la comercialización de vehículos usados, que se venden a precios que pueden superar en 20% a un automóvil «cero kilómetro».
Muchos concesionarios han optado por esta nueva línea de negocios. «Aunque tenemos limitaciones en la fijación de los precios. No podemos abusar», explica Jorge Herrera, jefe de ventas de otro concesionario de Caracas, que sólo presenta vehículos usados en su sala de exposición.
«Algo tenemos que hacer porque el panorama sigue igual y hay que mantener activo el negocio», sostiene Herrera, tras recordar que mientras en 2007 vendió 2.460 autos nuevos y en lo que va de año ha vendido «unos 130, incluidos un par de carros usados».
La falta de «paz laboral» en algunas plantas afecta igualmente las metas de producción para 2009, cuando, según González, se ensamblarán «unas 104 mil unidades», frente a las 135.042 del año pasado.
En junio, esta escasez de divisas llevó a General Motors a cerrar provisionalmente sus operaciones en Venezuela. La firma prevé reanudar sus actividades la próxima semana.
En agosto, Mitsubishi, Hyundai y Fuso, representadas en la firma MMC Automotriz, decidieron cerrar indefinidamente su planta en Venezuela debido principalmente «al bajísimo rendimiento» generado por un «alto nivel de indisciplina» entre sus trabajadores, con quienes inició un proceso de conciliación, con la mediación del gobierno.
No obstante, y a pesar del «oscuro panorama», tanto ensambladores, industriales y vendedores se muestran optimistas. «Esto no puede durar toda la vida, tengo fe que pronto se abrirá una prueba y traeremos nuevos carros», sostiene Herrera.
El reciente acuerdo firmado con Argentina para que este país suministre 10 mil vehículos este año es una de las razones que alimentan este limitado optimismo del sector.