El pueblo sí­ decidió la Independencia.


Original del Acta de Independencia Centroamericana que permanece en la Asamblea Legislativa de El Salvador.

Mario Gilberto González R.

La presencia y participación del pueblo en la memorable sesión del 15 de septiembre -que definió la Independencia de Centro América- ha sido motivo de controversia. Mientras distinguidos historiadores lo afirman, otros lo niegan. Tal el caso de Marure, quien en su obra «Bosquejo Histórico» nos dice «que el citado 15 siendo las ocho de la mañana estaban ocupados, el portal, patio, corredores y antesala del palacio, por una inmensa muchedumbre acaudillada por don José Francisco Barrundia, el doctor Molina y otros guatemaltecos…»


Las banderas centroamericanas navegan por el rí­o San Juan, rí­o limí­trofe entre Nicaragua y Costa Rica, en conmemoración de la fecha de la independencia.

Zamora Castellanos, en su libro «El Grito de Independencia», refiere que el 14 de septiembre -por la noche- , el doctor Molina, su esposa doña Dolores, Barrundia, Aycinena y don Basillio Porras, bajo una pertinaz lluvia, se encargaron de invitar a los vecinos para que concurrieran a la mañana siguiente a presenciar el desarrollo de la sesión.

Manuel Montúfar y Coronado en su obra «Memorias para la Historia de la Revolución de Centro América», más conocida como «Memorias de Jalapa», refiere que «La sesión era pública y una parte del pueblo que ocupaba las antesalas y corredores del palacio, vitoreaba y hací­a demostraciones de aprobación y regocijo cada vez que alguno de los concurrentes se expresaba a favor de la independencia·.

Por su parte don Pedro Molina -y este dato es muy significativo por el papel que el doctor Molina jugó en la lucha independentista-, al dar a publicidad la noticia de haberse proclamado la independencia nacional en su periódico «El Genio de la Libertad», número extraordinario que circuló el propio sábado 15 de septiembre de 1821 por la tarde. Entre otros aspectos, destaca que, «Su Excelencia convocó a una junta numerosa para el dí­a de hoy a efecto de consultar lo que se debí­a de hacer en las circunstancias. La Junta se celebró a puerta cerrada, con un concurso numeroso del pueblo.

Como puede apreciarse, don Pedro Molina subraya que dicha Junta se celebró con «concurso numeroso del pueblo.» Y contribuye a confirmar la asistencia de numerosos vecinos, el mismo encabezado del Acta de Independencia redactado por don Cecilio del Valle. » Y oí­do el clamor de viva la independencia que repetí­a, de continuo el pueblo que se veí­a reunido en las calles, plazas, patio, corredores y antesala de este palacio se aprobó».

Agréguese a lo anterior que el brigadier Gabino Gaí­nza al recibir los pliegos de Comitán y Tuxtla, invitó para la sesión del 15 de septiembre a representantes de las propias autoridades del ejército, de la iglesia católica, de la Universidad de San Carlos, del Consulado de Comercio y del Ayuntamiento. Es fácil deducir que los familiares de estos representantes o sus comunidades, estaban informados de los sucesos y con el sentimiento interno de manifestar sus anhelos independentistas, lo hicieron con mayor fervor.

De seguro también que los familiares comunicaron a sus vecinos y amigos estas noticias y como la vida de entonces en la Capital del Reino era pací­fica, dicho acontecimiento vino a romper la vida normal de los vecinos, quienes contagiados de las ideas de independencia, difí­cilmente se quedaron en su casa ese dí­a. Máxime si se toma en cuenta que el catorce de septiembre, doña Dolores Bedoya de Molina y otros ilustres compatriotas, embozados en las sombras de la noche y burlando la vigilancia militar, pasaron de puerta en puerta invitando para que asistieran a la plaza al dí­a siguiente.

Gabino Gaí­nza en su Manifiesto a los ciudadanos de Guatemala en su calidad de Jefe Polí­tico, dado el propio quince de septiembre de mil ochocientos veintiuno, expresó: «El pueblo no fue indiferente a un asunto que era suyo. Se reunió en torno de palacio, en la calle, en la plaza, en el atrio, en el corredor y antesala. Manifestó la moderación que le ha distinguido siempre, pero acreditó que sabe amar su causa y celebrar sus intereses». Añade Gaí­nza que «Quando algunos funcionarios, sin resistir la independencia, decí­an solamente que se esperase el resultado final de México, un murmullo sordo pero perceptible, indicaba la desaprobación.»

Sin embargo, don Miguel Garcí­a Granados, en sus «Memorias, niega lo de la inmensa muchedumbre que afirma Marure y otros historiadores y nos dice que «en cuanto a lo de la inmensa muchedumbre debo decir -y yo tengo buena memoria- que a la novedad de los cohetes que tiraron los que querí­an reunir pueblo, para dar al movimiento un carácter popular e imponente, me fui a Palacio y no vi esa inmensa muchedumbre de que habla Marure. La verdad es que el pueblo no tomó ninguna parte en aquel movimiento, el cual se mostró enteramente indiferente…»

Se confirma con lo dicho por el señor Garcí­a Granados que un grupo de vecinos hací­an llamar la atención del pueblo y de las autoridades con la quema de cohetes y es de suponer que fue también un medio de intimidación para los que tení­an que resolver el punto de independencia.

Al término «inmensa muchedumbre» se le debe de dar una interpretación latu sensu. Téngase presente que la población de la Capital no era numerosa; que aun estaban frescos los acontecimientos de la invasión napoleónica a España y sus lamentables resultados, la quema por Francisco Cáscara en la Plaza Fernando VII de las Instrucciones que el Canónigo Antonio Larrazábal llevó a las Cortes de Cádiz y que fueron la base para la Constitución de 1812 de toda España. El encarcelamiento del propio Larrazábal, la persecución y encarcelamiento de quienes participaron en la Conspiración de Belén, la persecución y encarcelamiento también de quienes participaron en las sublevaciones y asonadas de Chinandega, San Salvador, Usulután, Santa Ana, Nicaragua, Metapán, Olancho, Juticalpa, Retalhuleu, San Miguel, Petén, Mesón de Dolores y Totonicapán; el intimidamiento por medio de cepo y la horca que habí­an vuelto hacer su aparición en pleno corazón de la ciudad y ¿cómo olvidar tan pronto el sacrificio de Bergaño y Villegas, Agustí­n Vilches, Encarnación Valladares??

Súmese a lo ya dicho que, si bien es cierto que progresaba el movimiento de independencia y no pocos esfuerzos se habí­an realizado con ese fin -como lo recogen los periódicos «El Editor Constitucional» y «El Amigo de la Patria»- la citación para la sesión del 15 de septiembre por la mañana, sorprendió a los hombres que en tan corto tiempo, debí­an de tomar una decisión -por demás decir- de alcances y resultados insospechados. Habí­a que meditar profundamente y sopesar las consecuencias. La resolución de Comitán y Tuxtla de proclamar la independencia era firme y en caso la Capitaní­a General del Reino de Guatemala se resistiera a proclamar la suya, se presionarí­a directamente sobre las autoridades para que lo hiciera.

Ante tal situación y siendo ya -algo que reclamaba el pueblo- esa mañana se firmó el Acta memorable de Independencia de España.

Existe probanza de que el pueblo no fue indiferente a los hechos del quince de septiembre. Si antes de proclamarse la independencia hay certidumbre de su decidida participación, también se confirma ésta en la fase pos-independencia. Confirmemos esa participación. De los propios documentos entresacamos estas citas. Cuando la Junta Provisional Consultiva, celebraba sesión el jueves veintisiete de septiembre, de ese año, – escasos doce dí­as después de proclamarse la independencia- «fue interrumpida por el pueblo que habí­a entrado y pedí­a saliesen inmediatamente del Reino los que no hubiesen prestado el juramento de independencia y demás personas que estaban desuniendo a los ciudadanos.» Y el encabezado del punto sexto del Acta -de ese dí­a- anota: «retirado el pueblo, se continuó con la discusión».

Y en forma retrospectiva, al solicitar don José Francisco Barrundia y don Pedro Molina que las sesiones de la Junta Provincial Consultiva fueran nuevamente públicas ya que a raí­z del acontecimiento citado se tornaron privadas. El cuatro de octubre del año 1821, señalaban en su exposición que: «Después del 15 solo en la sesión del veintisiete habló por si y entonces, lo repetimos, nada pidió que no fuese justo y necesario». Hay más aun. «?el pueblo después de haber proclamado su libertad, se ha conducido de un modo tan laudable.» Y agrega: «?que si el pueblo no es capaz de estos sentimientos ¿quién exitó en él la alegrí­a y la esperanza, que se veí­an pintadas en todos los rostros el dí­a 14 de septiembre, al recibo de las felices noticias que trajo el correo de Ciudad Real y su Provincia? ¿Quién lo congregó la tarde del 16 en las puertas del Exmo. Sr. Presidente? ¿Quién le movió el 17 para acompañar el bando, el 23 al acto solemne del juramento y el 24 a la función de gracias al Todopoderoso?? Y cuando ha sabido moverse por si para estos actos, ¿?por qué se ha de creer que no se interesa en pasos y medidas que aseguran su libertad y lo ponen al descubierto de que atenta contra ella??»

Ahora bien, no es del todo cierto lo dicho por el Sr. Garcí­a Granados. El pueblo si tomó parte y más que todo, decidió la independencia. Si lo dicho anteriormente fuera poco e inconsistente, junto a los documentos que amparan la firma de Independencia y que con celo guarda el Archivo General de Centro América, se encuentra un documento, aparentemente insignificante. El recibo del carpintero que cobra la reparación de los muebles que el pueblo destruyó durante el desarrollo de la sesión del quince de septiembre y que es elocuente en su contenido. «Cuenta puntual de los gastos causados por el contador general de propios en los pormenores siguientes: Pagados por la compostura de seis sillas de la sala de juntas, dos bancos y una mesa de la sala de juntas, y la bisagra de una mampara, por la compostura de la baranda de la sala de sesiones; todo 3 pesos con seis reales, muebles que se rompieron el 15 de septiembre por el numeroso concurso de gentes. Contador de propios: don Fernando Palomo lo presentó para su glosa a la junta provisional consultiva. Este documento se pagó el 30 de octubre de 1821»

Nótese que el carpintero también hace énfasis en que esos muebles se rompieron el 15 de septiembre por el «numeroso concurso de gentes»