La sequía que se extiende por el este de ífrica por cuarto año consecutivo, junto al constante aumento de los precios de los alimentos más básicos y las devastadoras guerras, amenazan con provocar una grave hambruna a millones de personas.
En junio pasado, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió contra las «consecuencias mortales de la sequía persistente, los conflictos y el costo de los alimentos» en esa parte del continente africano. Y todo ello es lo que está ocurriendo ahora.
En Kenia, por ejemplo, el país ha conocido «la peor sequía en la última década» con ausencia casi total de precipitaciones durante la que supuestamente era temporada de lluvias, en particular en las regiones áridas y semiáridas del norte, explica en Nairobi el portavoz del PMA, Marcus Prior.
«Cerca de un keniano de cada 10 necesita ayuda alimenticia», según la agencia de la ONU. El organismo prevé que deberá socorrer a 3,8 millones de kenianos afectados por la sequía y por la contínua alza de los precios.
El maíz, la cosecha principal en ese país, se estima inferior en un 28% con respecto a la media de los cinco últimos años. Los pastos y el agua para el ganado disminuyen rápidamente, provocando la muerte de numerosas vacas.
Según el PMA, «la población comienza ya a sufrir de hambre, la malnutrición causa ya estragos entre los niños cada vez más pequeños, y el ganado muere».
Algunos kenianos «luchan actualmente por sobrevivir» y «adoptan estrategias extremas, como reducir el número de comidas diarias, comer alimentos más baratos y menos nutritivos, emigrar hacia zonas urbanas o contraer deudas masivas».
La situación es también difícil en los países vecinos, como Etiopía, el norte de Uganda, Djibuti o Somalia, donde el PMA ofrece asistencia alimentaria a cerca de 17 millones de personas.
En Uganda, donde el PMA ayuda a cerca de un millón de personas, principalmente en el norte y en el este del país, «vamos a tener problemas si las lluvias no aumentan en los próximos días», se lamenta el ministro de Información, Kabakumba Masiko.
En Tanzania, el gobierno envió recientemente 40 mil toneladas de cereales a las regiones del norte, donde se detectaron «bolsas de hambruna», según el ministro de Agricultura, Stephen Wasira.
En cuanto a Somalia, inmersa en una guerra civil desde hace dos décadas, el país conoce actualmente su peor crisis humanitaria, con un tercio de sus 10 millones de habitantes dependientes de la ayuda internacional. Un niño de cada cinco sufre de malnutrición.
Hace ya tres años, una terrible sequía en el este del ífrica amenazó de hambruna a 11 millones de personas.
La agricultura, principal fuente de ingresos para la gran mayoría de poblaciones locales, depende por completo de la lluvia.
El mínimo déficit pluviométrico tiene consecuencias dramáticas para esta agricultura de subsistencia, donde las cosechas son a menudo muy modestas.
La respuesta internacional ha sido igualmente errática y superficial.
En lo que parece el colmo de males, el regreso de las lluvias es a menudo sinónimo de inundaciones destructivas y de enfermedades provocadas por la mala calidad del agua.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) prevé lluvias superiores a la media en los próximos meses y a comienzos de 2010, con un nuevo fenómeno El Niño.