La vida bajo los misiles


Misiles. Fotos de archivo de acciones con misiles en Medio Oriente. A la izquierda, un tanque que dispara misiles. A la derecha, una niña escribe mensajes de paz sobre los misiles.

En Sderot, una pequeña ciudad del sur de Israel blanco de los cohetes palestinos disparados desde la vecina franja de Gaza, las áreas de juego están desiertas, las escuelas fueron transformadas en búnkers y los habitantes están deprimidos.


Como su alcance no supera los 10 km, los cohetes artesanales Al Qassam, fabricados con tubos de agua potable en talleres clandestinos en Gaza, sólo pueden llegar hasta Sderot, un pueblo de unos 24 mil habitantes.

Desde septiembre de 2000, mil proyectiles han caí­do en esta aldea y sus alrededores, matando a seis personas y traumatizando a la población.

La tregua firmada el 26 de noviembre entre las autoridades israelí­es y palestinas no hizo más que reducir el ritmo de los disparos: unos 70 cohetes, disparados por grupos autónomos, han impactado en Sderot desde entonces.

En la oficina del Centro de Higiene Mental que dirige, la siquiatra Adriana Kat se ve desesperada.

«Atendemos a más de 5.000 personas, de las cuales 1.700 vinieron a partir de febrero: es enorme», afirma. «Insomnios, depresiones, incapacidad para trabajar, dramas familiares, dependencia de medicamentos: es muy grave», explica.

«Lo más terrible es que no se les puede decir ’Paciencia, esto se va a calmar’, como a los habitantes del norte durante la guerra contra Lí­bano en el verano. Aquí­ se sabe que mañana será peor», insiste Adriana.

Flotando sobre la frontera con Gaza, un dirigible blanco repleto de aparatos electrónicos vigila cualquier disparo de proyectiles y contacta el puesto central donde están apostados seis soldados, en el centro de la ciudad.

En unos segundos se lanza la alerta «Tzeva adom» (color rojo), suenan las sirenas y quedan 20 segundos para protegerse.

«Es terrible para la economí­a: muchas empresas han cerrado, otras partieron. Antes habí­a mucha actividad, sobre todo textil, con mano de obra de Gaza. Todo fue cerrado», explica Georges Adjedj, adjunto del alcalde.

En esta ciudad pobre, la mitad de cuyos habitantes son inmigrantes rusos llegados después de 1992, el mercado inmobiliario está en bancarrota y el desempleo es endémico.

En la parte trasera de una comisarí­a se almacenan los restos de los cohetes. Cientos de tubos de metal oxidados, deformados por el impacto. En cada uno la fecha y el lugar donde cayó. El último es el 26 de diciembre de 2006. Dos adolescentes resultaron heridos.

Hace seis semanas uno de los cohetes cayó en la plaza donde Simon Gabay, de 54 años, desempleado desde hace cuatro, bebe un café.

«Aquí­ uno es pobre y no cuenta para nada», dice Simon. «Si los cohetes cayeran en los suburbios de Tel Aviv, hace tiempo que el ejército hubiera encontrado una solución».

En una calle vecina, unos obreros terminan de instalar una placa de acero de 15 mm de espesor sobre el techo de un banco.

Cerca, Ilanit Elgazar, de 25 años, vende sándwiches. En cuanto suenan las sirenas, se precipita a la trastienda.

«Sueño con partir de esta ciudad maldita, pero mi marido trabaja aquí­… ¿La solución? Que el ejército invada Gaza y mate a los terroristas. Y si eso provoca muertos civiles, tanto peor. Si nos matan, matémoslos», afirma.

Piden liberación de fotógrafo

Un centenar de periodistas palestinos organizaron hoy una manifestación en el centro de la ciudad de Gaza para exigir la liberación de un fotógrafo de la AFP, Jaime Rázuri, secuestrado el lunes por hombres armados.

Los manifestantes enarbolaban pancartas en las que estaba escrito: «Liberad a Jaime Rázuri» y calificando el secuestro de «crimen».

Los manifestantes llevaban igualmente fotos del periodista de nacionalidad peruana secuestrado por cuatro hombres armados al pie de la sede de la AFP en Gaza.

El portavoz del sindicato de periodistas palestinos, Mohammed Dahoudi, condenó el secuestro e indicó que su organización realizaba «numerosos contactos» para hacer presión sobre los responsables polí­ticos con el fin de obtener lo más rápidamente posible la liberación del fotógrafo.

«Los grupos palestinos condenan enérgicamente este crimen que perjudica la imagen del pueblo palestino y piden la liberación inmediata del periodista secuestrado», afirmó por su parte Ibrahim Abu al-Najja, jefe del Alto Comité de coordinación de las fuerzas nacionales e islámicas que agrupa la totalidad de las facciones palestinas.

«La autoridad palestina, el gobierno, el ministerio del Interior son responsables en este caso que perjudica al pueblo palestino», añadió.

La Agencia France Presse seguí­a este jueves sin noticias de su fotógrafo Jaime Rázuri.