El mes de agosto fue el más sangriento en Irak en más de un año con 456 muertos y unos 1.741 heridos, lo que representa un desafío para el primer ministro, Nuri Al Maliki, de cara a las elecciones de enero de 2010.
Al menos 393 civiles, 48 policías y 15 soldados murieron durante el mes de agosto.
El balance se vio incrementado por dos atentados suicidas devastadores perpetrados el 19 de agosto contra los ministerios de Relaciones Exteriores y de Finanzas que dejaron 95 muertos y más de 600 heridos.
El de agosto fue el balance de muertos más elevado desde julio de 2008, mes en el que perecieron 465 personas. En julio de este año la cifra fue de 275 muertos.
Contrastando con estas cifras, el número de soldados estadounidenses muertos en agosto, luego de la retirada de las tropas a fines de junio fuera de las ciudades iraquíes, es el más bajo desde la invasión de Irak por parte de Estados Unidos en 2003, con siete militares muertos, según el sitio internet independiente icasualties.org.
Estos ataques, en el corazón de Bagdad y contra los símbolos del poder, revelaron fallas entre las Fuerzas Armadas iraquíes, cuyas autoridades no cesan de alabar su preparación para proteger el país desde junio.
Después de estos atentados, el canciller iraquí, Hoshyar Zebari, aceptó que la seguridad se había deteriorado gravemente y acusó a varios responsables de la seguridad de conspirar con los insurgentes.
«Debemos decir la verdad. La seguridad realmente se ha deteriorado estos últimos meses y se va a deteriorar todavía más», declaró el ministro, contradiciendo el optimismo mostrado por el primer ministro Maliki.
Según las confesiones de los sospechosos presentadas por las autoridades iraquíes, los autores de los atentados consiguieron pasar los retenes de control a pesar de la prohibición a los camiones de más de dos toneladas de circular por la capital iraquí.
Este deterioro de la seguridad es un reto para el Primer Ministro, que había hecho de la mejoría de la seguridad uno de sus principales argumentos de campaña para las próximas elecciones legislativas de enero de 2010.
Maliki se jugó el todo por el todo al decidir romper la alianza chiita que había ganado las elecciones legislativas de 2005 y crear su propia coalición formada con jefes tribales sunnitas, independientes y laicos.
El Ejército estadounidense también reconoció el «empeoramiento del sistema de seguridad». «Buscan atacar al gobierno», explicó el general Steve Lanza, un portavoz militar estadounidense.
«Â¿Por qué? Tal vez para romper la unidad nacional. Tal vez para hacer que la población pierda confianza en el gobierno y que se busquen responsables (por la falta de seguridad) para crear una ruptura en las fuerzas de seguridad y favorecer la reemergencia de las milicias», añadió.
Los 500 mil policías y 250 mil militares iraquíes asumen solos la seguridad en los centros urbanos, mientras que la casi totalidad de los 129 mil soldados estadounidenses están relegados al exterior de las ciudades con un papel de apoyo y de formación hasta su retirada prevista para finales de 2011.
La coalición liderada por Estados Unidos invadió Irak en marzo de 2003 y el régimen del partido Baas, de Saddam Hussein, fue derrocado con la entrada de las tropas estadounidenses en Bagdad al mes siguiente.
La invasión se transformó rápidamente en caos y luego en guerra confesional sanguinaria antes de que el ejército y la policía iraquíes, ampliamente apoyados por las fuerzas estadounidenses, lograran imponerse sobre los insurgentes de todo tipo.