El gobierno se comporta como lo haría un púber.  ¿Ha visto usted cómo reacciona un niño cuando se le llama la atención?  Se pone a la defensiva, inventa historias y miente irresponsablemente.  Eso mismo le sucede al gobierno cada vez que se le recuerda que no cumple con su deber.  Se pone nervioso, se encapricha y se cierra.  Para ellos lo importante es negar cualquier queja.Â
Ahora que se les recrimina el olvido de las poblaciones que padecen hambre, se crispan y se paralizan.  En lugar de comportarse (el gobierno) como joven maduro y enfrentar la situación con acciones concretas, sin ponerse a filosofar sobre si es hambre, falta de vitaminas o problemas de ayuno, adopta una actitud infantil que no le hace bien ni a ellos como políticos ni a las poblaciones que sufren el problema.
Â
Este miedo a la opinión pública y terror a la oposición no deja ver bien al gobierno.  Gasta sus energías defendiéndose e inventando campañas en lugar de ponerse manos a la obra y trabajar en una necesidad que apremia mucho más que cualquier otro problema. Quienes gobiernan deberían estar serenos y emplear a buenos trabajadores públicos, de esos efectivos que hay, para resolver la situación con responsabilidad y mostrar de lo que son capaces.
Â
De paso sería importante aprovechar el mal momento para dictar políticas públicas creativas para acabar de una vez y para siempre con la hambruna (donde exista).  No es posible seguir arrastrando ese problema por los siglos de los siglos para que cada gobierno corra a auxiliar a las familias con las mismas necesidades.  Si Colom quiere hacer algo que impacte debería dejar establecida una estructura encaminada a que nunca más suceda una situación como la que existe hoy en muchos lugares del país.
Â
Correr a entregar alimentos es apenas la solución corto-placista del problema.  Colom como estadista debería ponerse serio y dejar, al menos en esto, una huella imborrable de su gobierno.  Pero nada de esto sucederá, si continúa nervioso respondiendo a cada acusación de la oposición o de la prensa con campañas que nieguen la realidad o simplemente digan lo contrario.  Es ahora cuando necesitamos de un estadista con capacidad de ejecución y visión de largo plazo.Â
Â
Negar que estemos mal no nos conduce a ninguna parte.  Ya se sabe, lo nuestro es la falta de vivienda, desatención hospitalaria, hambre, necesidad de empleo, inseguridad, falta de escuelas, problemas de transporte, agua, electricidad, desechos sólidos y un etcétera que nos lleva a ocupar un puesto importante en la clasificación de país subdesarrollado.  Cualquier negación de la realidad significaría miopía, problemas de atención o simplemente mala fe o ausencia de voluntad para hacer algo concreto.
Â
Este gobierno imberbe debe dar el salto a la madurez.  Tiene que dejar de llorar y hacer berrinche (como los niños) para ponerse a trabajar y dejar así su sello en la historia.  De lo contrario los recordaremos como los infantes que pasaron cuatro años quejándose por la herencia del pasado, echándole la culpa a otros (como niños) para, según ellos, librarse de su propia responsabilidad.  Inmaduros, al final.