Diez años después del final del conflicto en Kosovo, el destino de las 2 mil personas que siguen desaparecidas atormenta a sus familias y entorpece los esfuerzos para reconciliar a albaneses y serbios.
«Es una llaga abierta que sigue sangrando», declara Pajazit Nushi, miembro de una ONG que se ocupa de los derechos humanos, poco antes del Día Internacional de las Personas Desaparecidas que se celebra este domingo.
«Los desaparecidos no son las únicas víctimas. El peso (de su desaparición) recae también en sus familias, amigos y comunidades», añade.
El conflicto de Kosovo, en 1998 y 1999, entre independentistas albaneses y las fuerzas del ex presidente serbio Slobodan Milosevic, dejó unos 10.000 muertos.
Al menos 4.000 personas se dieron por desaparecidas y la suerte de 1.889 entre ellas, la mayoría albanesas, sigue sin dilucidarse, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Tefik Vesiqi, un albanés de 29 años, sigue sin saber qué le sucedió a su padre, Rrahim, secuestrado por paramilitares serbios en la localidad de Ribar (centro).
«Esperaré a saber la verdad sobre lo sucedido, aunque tarde 10, 20 años o el resto de mi vida», dice.
No lejos de aquí, en el pueblo de Gracanica, Svetlana Marinkovic, una serbia de 37 años, se expresa en términos similares cuando habla de su marido Goran, que se llevaron unos albaneses.
«La esperanza sigue existiendo, me da la fuerza para ocuparme de nuestras dos hijas, que tenían 3 y 7 años cuando Goran fue secuestrado», dice.
Para el CICR, estas tragedias entorpecen los esfuerzos de reconciliación entre los albaneses, que representan un 90% de los dos millones de habitantes de Kosovo y los 120.000 serbios que siguen viviendo en este territorio disputado.
«Dilucidar (el destino de los desaparecidos) contribuiría a aliviar tensiones y aportaría paz duradera», declara Lina Milner, coordinador de la organización.
«Se trata de restañar las heridas del pasado (…) para que el futuro sea mejor, un poco más positivo», prosigue.
Kosovo proclamó su independencia de Serbia en febrero de 2008. Belgrado no quiere oír hablar del tema.
A pesar de este desencuentro total entre Belgrado y Prístina, ambas partes abrieron en 2002 un diálogo sobre las personas desaparecidas, bajo los auspicios del CICR. Estas discusiones representan los únicos contactos oficiales entre autoridades serbias y kosovares.
«El hecho de que las dos partes estén dispuestas a reunirse, discutir e intercambiar informaciones sobre los desaparecidos es un éxito en sí», según Milner.
La Misión de la Unión Europea en Kosovo es uno de los principales actores dentro de los esfuerzos realizados para dilucidar el destino de los desaparecidos.
«El problema es de tal envergadura (…) que debemos actuar inmediatamente», declara Alan Robinson, jefe del equipo de forenses puestos a disposición de la Oficina kosovar encargada de las Personas Desaparecidas.
La tarea principal de esta oficina consiste en identificar los restos de unas 400 personas conservados en contenedores refrigerados en la inmediaciones de Prístina.
«Todas estas personas han fallecido de muerte violenta», indica un responsable de la Oficina, Safet Gerxhaliu.
Los análisis ADN efectuados se deben comparar ahora con las muestras facilitadas por sus familiares.
Robinson está convencido de que este trabajo se hará hasta el final a pesar de las dificultades y de que en ciertos casos sólo quedan unos fragmentos de huesos.
Pero para las familias, la pena sigue presente y profundo: «el dolor de la guerra lo sigo llevando dentro, (la guerra) puede que haya terminado para los otros, para mí no», murmura Vesiqi.