Hace ya muchos años que empezaron a desmantelar instituciones estatales que funcionaban a favor del desarrollo del país. Hace muchos años que, gradualmente fueron encontrando los falaces argumentos para lograrlo. Y así, supuestamente, no solamente ahorrar fondos, sino impedir que instituciones del Estado tuvieran otro tipo de actividades que no le correspondían a su jurisdicción.
Y así, desmantelaron la Dirección General de Caminos, la que no solamente proporcionaba miles de empleos, sino mantenía las carreteras y caminos del país. Los oficiales graduados de la Escuela Politécnica, salían todos graduados de «camineros», identificando así a una institución, que como todas las demás están y deben de estar, comprometidas con el desarrollo. Pero «alguien», se dio cuenta y decidió que esa institución no debería de construir caminos. Que no era esa su función. Que era el Ministerio de Comunicaciones el que debería de asumir todas esas funciones (construir y mantener carreteras) y se dieron cuenta que el hacerlo representaba muchos cientos y miles de dólares, lo que lógicamente representaría buenas comisiones. Y se contrataron empresas extranjeras que construyeran nuestras carreteras. Más adelante «los mismos» pensaron que el tener compañías constructoras nacionales, representaría ahorro, además de que el dinero «quedaría en el país». Y la calidad de las carreteras fue cada vez a menos. También era un buen negocio, el que cada poco tiempo, las deficiencias de la construcción, fueran ocultadas por frecuentes «manitas de gato», que solamente representaban a su vez jugosas ganancias para quienes han aprendido a «ordeñar» las arcas estatales.
Cosa parecida sucedió con el Ministerio de Agricultura y sus dependencias. Las políticas públicas, cada vez más alejadas de la realidad del país, no necesitan dependencias que se preocupen de la producción para consumo nacional. Es más fácil que las ventajas climáticas que ofrece nuestro país para la producción agrícola, sean utilizadas para producir, «exportar», y así mantener a la clase que ha vivido del trabajo del campesino y agricultor guatemalteco. Y se creó una institución privada Agexpront, para que le permitiera al Ministerio de Agricultura, desarrollar políticas de compra de alimentos, porque ello, no solamente era «más fácil», sino acorde con las políticas económicas que nos eran impuestas.
Y las políticas de independencia alimentaria, quedaron solamente para producir documentos, estudios, proyectos, que no han sido suficientes, ni para alimentar a la población, ni para producir acciones que permitan incrementar la producción agrícola en beneficio de la población. Con frecuencia platico con compañeros de organizaciones campesinas que deambulan de institución en institución, alimentando los sueños de miles de campesinos que esperan tierras y facilidades para, no solamente obtener un trabajo que les proporcionen medios de subsistencia para ellos y sus familias, sino para producir alimentos que cada vez están menos al alcance de la mayoría de la población.
Claro, las políticas que fueron destruyendo la capacidad del Estado de responder a las necesidades de la población, también se encargaron de poner en manos de la iniciativa privada los instrumentos y medios para que fuesen ellos los que resolvieran el problema. Y hoy, el MAGA empleará sesenta millones de quetzales para la compra de alimentos para paliar el hambre de un sector de la población guatemalteca que ocupa «el corredor seco». Y se entregarán las demagógicas «bolsas solidarias», para ocultar la falta de políticas económicas congruentes con la realidad del país y aquellas que provienen de la cada vez más pronunciada crisis económico-financiera mundial.
Las protestas de campesinos sin tierra y de aquellos que aún teniéndola carecen de los medios para hacerlas productivas, van en incremento. Mientras tanto las políticas de producción de energía para el desarrollo, que deberían de ir de la mano con los de producción alimentaria, se entregan, bajo condiciones de políticas «globalizadotas» que yacen en estado de coma.
Así, como antes de estallar la Revolución Francesa, las masas se encuentran cada vez más presionadas por condiciones de vida, también cada vez más alejadas de las pingues «metas del milenio».