LO DELGADO DE LA PITA. En una república democrática, con justicia social e igualdad de oportunidades para todo, no existe parte delgada en la pita y por lo tanto es imposible que pueda romperse, precisamente porque en todos sus tramos o partes -si los hubiere- tiene el mismo grosor, sin trechos muy gruesos ni muy flacos, ya que de conservar la pita entera, firme y saludable se trata esto de vivir en una sociedad civilizada, digamos. La pita es una responsabilidad cívica y patriótica ineludible. Pero suele suceder que en países de escaso progreso social la pita vive rompiéndose a cada rato, especialmente por lo más delgado, nunca por lo de mayor abultamiento, debido a que no existe una entidad encargada de revisar la pita a todo lo largo, parte por parte, de manera minuciosa y periódica, para evitar dichos rompimientos que alteran y perturban la salud e integridad de la famosa pita en cuestión, pues una vez rota nadie se hace responsable de repararla, volver a unirla o cualquiera que sea la manera de que la pita entera, sin delgadeces ni grosuras, sea una hermosa realidad. El día en que la pita se rompa por lo más abultado será un hito inolvidable dentro de la historia patria, que nunca verán nuestros ojos.
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Mercado Gómez Carrillo. En entrevista exclusiva con el «príncipe de los cronistas», también conocido como Enrique Gómez Carrillo, el famoso escritor galo-cosmopolita aseguró no interesarle ni importarle para nada si cierto parque que curiosamente lleva su nombre es transformado en mercado o recinto destinado al comercio, con tiendas y puestos de la más diversa mercadería y procedencia. El autor de «Bohemia sentimental», «Pobre clown», «La nueva literatura francesa» y 16 notables obras más, que vivió casi 40 años en Europa, de sus 57 de vida, asegura que su cuerpo, obra, alma y espíritu son o fueron esencialmente franceses, su fama la vivió en Europa, y que un mercado con su egregio nombre en la capital del país de la eterna, nada restaría a su fama de alegre trotamundos que una sola vez volvió a su suelo natal. Ah, y que si pudiera, le gustaría ir a comprar allí, a su mercado, un su disco pirata y unos sus «yins» clandestinos.
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De el Talmud. A mi buzón cibernético de madera de pino sin cepillar, llegaron sendos mensajes desde Jerusalén, Nueva York, Buenos Aires, Londres, Varsovia, Praga, entre otras importantes ciudades de predominio judío, en donde me recriminan haber yo obviado citar a el Talmud en anterior Realidario donde menciono el surco del silencio, ya que tal noción, cabalmente, es original de dicha colección de tradiciones hebreas, mientras no se demuestre lo contrario. Servidos, compañeros.
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Bajo contenido nutricional. Si el cotidiano circo político y el neoliberalismo académico y las columnas de opinión constructivas alimentasen, sirvieran para nutrir y mantener con vida al los más necesitados, en el país de la eterna los niños tendrían la talla normal o natural, seríamos una tierra de atletas, de científicos, inventores y descubridores de nuevos mundos posibles.
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Al cabo de la evolución lo seres humanos devenimos en los cuervos que sacan los ojos a la madre naturaleza que nos ha creado.