Con un colorido guante de 5 kg, un joven proveniente del sur de México le lanza a uno de sus compañeros una pelota de hule durante una protesta, en el Zócalo de la Ciudad de México, por la demolición de las canchas donde practicaban este juego prehispánico.
Cerca de una oficina gubernamental y al lado de una de las ruidosas calles de la ciudad, varias personas observan con intriga a este par de jóvenes que lanzan la pelota de un lado a otro. Todo esto durante una representación de un juego cuyo origen es muy anterior a la colonización española.
El mes pasado las autoridades capitalinas enviaron máquinas demoledoras que redujeron a escombros las únicas canchas en la ciudad de México especialmente realizadas para practicar el juego de pelota mixteca y tarasca.
Estas son versiones modernas de los juegos de pelota que alguna vez jugaron los príncipes indígenas y que ahora son practicados por las comunidades pobres del sur y centro de México, así como por los inmigrantes mexicanos en California.
«Es un acto de protesta por este acto de barbarie, porque eso es», dijo Cornelio Pérez, líder de una asociación que reúne a más de 300 jugadores de pelota prehispánica.
Los juegos de pelota con propósitos rituales, incluidos los de pelotas de fuego y los que utilizaban cráneos humanos, se jugaron hace más de 3 mil años en Mesoamérica durante la época prehispánica.
El año pasado, las autoridades de la ciudad de México declararon a los juegos de pelota prehispánicos como patrimonio cultural inmaterial. Pero destruyeron la única cancha de pelota tarasca y mixteca para construir un centro de monitoreo anticrimen.
«Creo que la confusión es que la dirigencia de esta asociación está más bien en una disputa de carácter jurídico por un bien inmueble que no tiene nada que ver con los juegos», declaró Juan José García Ochoa, subsecretario de gobierno del Distrito Federal (capital mexicana).
«Desde comienzos del siglo pasado, la Secretaría de Seguridad Pública (capitalina) es propietaria del lugar y se ha hecho de la vista gorda sobre los juegos que se practican aquí», dijo García.
Ahora que la secretaría necesita la tierra, se ha destinado un presupuesto de 3 millones de pesos (USD 235 mil) para construir nuevas canchas, explicó.
Las canchas de la ciudad de México no databan de la época de los aztecas: construidas hace algo más de 50 años, fueron utilizadas por una red de jugadores.
Los artesanos del sur de México todavía realizan pelotas de hule y guantes con clavos, y la multitud espera los campeonatos durante los días festivos, en donde a veces hay trofeos y animales como premios.
Algunos historiadores dicen que las canchas tenían un valor simbólico ya que ayudaban a que las tradiciones de hace cientos de años siguieran vivas y evolucionando.
«Mucha gente se pregunta ¿cuál es el problema? Pueden jugar en otro lugar. Pero ellos no pueden ir a otro lugar porque han implantado allí un capital simbólico importante», dijo Teresa Mora Vázquez, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
«Es este sentido de arraigo a un lugar lo que están defendiendo los jugadores», señaló.
Los jugadores han expresado el propósito de continuar sus juegos de protesta hasta que logren reunirse con representantes del gobierno en un intento porque se puedan reconstruir las canchas en el lugar original.
Por lo pronto, el juego ha ganado nuevos admiradores.
«Nunca había visto este juego hasta que vine hoy aquí», dice una señora con su nieto. «Está bien. Es entretenido para nosotros y para los jugadores», agregó.