Al contrario de la sobriedad que las caracteriza en la prensa occidental, las rúbricas necrológicas de los diarios nigerianos rebosan de poemas ardientes, declaraciones de amor y fotos de los finados, con frecuencia sonrientes, porque observan a los vivos, asegura un sociólogo.
En Nigeria, estos mensajes a los muertos en cuadricomía llenan varias páginas de los grandes diarios.
La mayor parte se dirige ante todo a los desaparecidos, sin olvidar algunas instrucciones para las exequias.
«Mi marido que tanto amé. Todavía tengo la impresión de que te encuentras de viaje y pronto vas a regresar», escribe Ona a su esposo, fallecido hace un año, a los 33 años. Luego le da noticias de sus hijos: «Onnama, a la que nunca jas visto, es una verdadera joyita… Te extraño, te quiero y te amaré hasta mi último aliento».
«La creencia en la vida después de la muerte es muy fuerte. Los muertos pueden ver y juzgar lo que hacen los vivos. Deben estar orgullosos de ellos. Así que uno debe mostrarse digno y mantener su estatuto», explica el profesor Peter Omoluabi, de la Universidad de Lagos.
Los desembolsos para poner esos mensajes en la prensa son astronómicos: una página completa a color en dos de los diarios más importantes del país cuesta 370 mil nairas, cerca de 2.850 dólares.
«Es una cuestión de prestigio. Mucho más importante que el gasto en sí», asegura el profesor Omoluabi, y considera que la desmesura de los gastos funerarios refleja a veces un «ego desmesurado». «Algunos compran una o dos vacas para los funerales, otros importan féretros a más de un millón de nairas (cerca de 7.700 dólares), prosigue Peter Omoluadi.
Con el fin de proseguir el diálogo con el más allá, los que siguen en este mundo le echan imaginación y poesía.
Carta de Chuka a su esposa desaparecida en 2005: «He oído tus largos suspiros por la noche y sabía que estabas pensando en mí. Mientras hablabas, se abrían las puertas del cielo, nuestras almas conversaban y vi tu rostro. Deslizabas una almohada para que me reposara y me traías agua. De repente, me desperté y tú no estabas (…). Te dejo marchar ahora en la bruma de ayer. Descansa en paz, amor mío, hasta nuestro próximo encuentro».
En numerosos mensajes, religión, sumisión y fatalismo están omnipresentes con la idea de una simple transición: «corazón triste pero con total sumisión y gratitud a Dios todopoderoso…», «ausente con el cuerpo pero presente con el Señor», «hace 365 días te reunistes con los Santos triunfantes».
Para el primer aniversario de la muerte de su hija de 15 años en un accidente de avión, el 10 de diciembre de 2005, una pareja pagó una página completa con este título: «y tú tomastes un vuelo de Air Paraíso…». Y seguía:: «Bebé, tú no te has ido. Simplemente has cambiado de dirección. Ahora tenemos un embajador en el cielo. Sigue decorando el paraíso con tus dibujos, tus colores y tus bonitas sonrisas tranquilas».
Más prosaicos, los padres de otra víctima le piden «guárdanos un sitio ahí arriba».
Esta fidelidad a los desaparecidos es tenaz. Un diario publicó recientemente a toda página un homenaje al jefe de la delegación nigeriana en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956.
«Es una cuestión de cultura, una mezcla de irracionalidad y afectividad. No tenemos que olvidar nunca», estima el sociólogo nigeriano.