La campaña para las elecciones legislativas del 30 de agosto empezó oficialmente esta semana en Japón, donde esos comicios tendrán un carácter histórico ya que pueden hacer que la oposición centrista termine con medio siglo de gobiernos conservadores.
Un total de 1.374 candidatos solicitarán los votos de casi 103 millones de electores, que deberán escoger a 480 diputados; éstos elegirán posteriormente al primer ministro, que tradicionalmente es el jefe del partido ganador en las urnas.
El principal partido de la oposición, el Partido Demócrata de Japón (PDJ), liderado por Yukio Hatoyama, saca diez puntos de ventaja en los sondeos al Partido Liberal Demócrata (PLD, derecha) del primer ministro, Taro Aso, aunque un tercio de las personas interrogadas aun no sabe a quién votará.
El anuncio el lunes de la reactivación del crecimiento económico tras cinco trimestres de recesión es una buena noticia para la estrategia económica de Aso, que centró su campaña en el «sentido de la responsabilidad», frente a un PDJ acusado de no tener ninguna experiencia en el poder.
El martes pasado, Aso, un nacionalista adinerado de 68 años, reiteró sus ideas en su primer discurso de campaña en Hachioji, a 40 km al oeste de Tokio.
Sobre el techo de una camioneta, como es tradición en Japón, con el cuello de la camisa abierto y las mangas arremangadas, el primer ministro arengó con su voz ronca a unas mil personas reunidas delante de la estación de trenes.
«Debo reconocer que el gobierno no prestó suficientemente atención» a las disparidades sociales y a la pobreza, indicó.
Pero «ahora tomamos en serio estos problemas», señaló para, a continuación, subrayar los signos alentadores de la recuperación del crecimiento económico en Japón y atribuirse el mérito gracias a sus cuatro costosos planes para relanzar la economía.
«Nuestras medidas económicas dan sus frutos», afirmó agregando que su política económica «está aún a medio camino».
Por su parte, Hatoyama, de 62 años, heredero de una influyente dinastía política a menudo comparada con los Kennedy, eligió Osaka, la gran metrópolis del oeste de Japón, para explicar el «nuevo Japón» que quiere crear.
«Llegó el día de cambiar la historia de Japón», dijo, vestido con traje y corbata pese a las altas temperaturas. «Con valentía, instauremos una nueva política centrada en cada uno de ustedes. Por favor, ayuden al PDJ a cambiar el poder», exhortó.
Los demócratas esperan sacar partido del descontento de los japoneses, inquietos por el aumento del desempleo y la precariedad y confían en que «la otra política» que proponen, más cercana a la gente, dé resultado.
En la cámara baja saliente, el PLD y su aliado, el Nuevo Komeito, tenían una amplia mayoría de 334 escaños desde las elecciones de septiembre de 2005, cuando se impusieron sin problemas gracias a la popularidad del primer ministro de la época, Junichiro Koizumi.
Pero sus sucesores, Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Aso -tres primeros ministros en tres años- no lograron frenar el declive inexorable del poderoso PLD, que gobierna Japón desde hace 54 años, a excepción de una breve interrupción de 10 meses a principios de los noventa.
Tras perder el control del Senado en 2007, los conservadores parecen resignados a la derrota pero esperan impedir a los demócratas -que en 2005 obtuvieron 112 escaños- alcanzar la mayoría absoluta de 241 diputados en la cámara baja.
De darse esta hipótesis, el PDJ tendría que aliarse con otras pequeñas formaciones para lograr la mayoría. Pero eso podría repetir el escenario de 1993-94, cuando los demócratas tuvieron que devolver el poder a los conservadores tras un gobierno de diez meses que no funcionó.