¿Democracia militar-empresarial?


«La palabra democracia ha sido invocada de tan múltiples maneras, que ha quedado vací­a de contenidos». Rodrigo Borja Cevallos, ex presidente de Ecuador.

Los dí­as se van haciendo meses y la delicada crisis polí­tica provocada por el golpe de Estado que el Ejercito hondureño ejecutó en el hermano paí­s centroamericano parece sólo ir modificándose en su forma, no en el fondo, lo que implicará graves consecuencias sociales para la democracia futura de esa nación.

Gerson Ortiz
usaconsultapopular@gmail.com

Las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos, ejecuciones extrajudiciales, allanamientos ilegales a medios independientes, y en general, persecución de las y los hondureños que se oponen al abusivo régimen de Roberto Micheletti, parecen no ser suficientes para ponerle fin al asalto a la democracia que actualmente vive y sufre Honduras.

Al contrario de avanzar respecto a que la paz, la justicia y el Estado de derecho regresen al hermano paí­s, el gobierno golpista está ejerciendo acciones con las que busca crear una cortina de humo para que los portavoces de la oligarquí­a anuncien que la democracia existe, aún con los gorilas en el poder. Esas acciones, son respaldadas tanto por los medios de comunicación, como por la comunidad internacional que sólo le ha dado largas a la «negociación»; pero: ¿qué «negociación» piensan seguir prolongando (o soportando) si Micheletti expulsa de la mesa a quienes apoyan al presidente legí­timo, Manuel Zelaya?

Además, a mitad de la semana, Micheletti se reunió con una comitiva de 25 empresarios guatemaltecos, a quienes con el mismo descaro que usurpó el poder en Honduras (y cuál presidente democráticamente electo) garantizó seguridad y certeza jurí­dica para sus inversiones. Esa singular reunión tiene un mensaje (no precisamente se lee entre lí­neas).

Los empresarios guatemaltecos felicitaron a Micheletti por su acciones, pese a la ilegalidad que las reviste, incluso uno de los asistentes a la reunión declaró: «estamos ante un pueblo que ha sabido defender sus instituciones y su Constitución», y agregó: «libertad y democracia deben ir de la mano», (Otto Kushiek, citado por un matutino nacional el 19 de agosto pasado). He ahí­ el mensaje.

En Guatemala (como en otros paí­ses centroamericanos), la democracia está (intencionalmente) debilitada; tanto que es casi automáticamente comparada con las «elecciones generales» (lo que es lamentable) y que por ende se limita al ejercicio literal del voto cada cuatro años.

En el paí­s no existe un Organismo Legislativo con representatividad de los diferentes sectores, intereses y necesidades del pueblo guatemalteco, un Organismo Judicial independiente y sin favores que pagar a los poderosos. A todo ello se suma que el sistema electoral sólo ofrece a la población la posibilidad de escoger entre los candidatos que han sido previamente electos por la élite polí­tica y económica.

Rodrigo Borja, ex presidente ecuatoriano indica: «Hay que ponerle (a la democracia) algunos ingredientes que faltan; de ellos, el principal es la equidad económica»; pero el empresariado guatemalteco no comparte esa concepción e insinúan frente al golpista hondureño que están dispuestos a valerse de cualquier medio (el Ejército, uno de ellos) para «defender» en nombre de la «democracia» sus intereses. ¿Qué le espera a Guatemala (y a otros paí­ses centroamericanos) con visiones como esa?

Es preciso cerrar filas para fortalecer y defender la democracia verdadera, aunque algunos digan que aún no es tiempo de hablar de elecciones.